por estas calles tan golpeadas de Madrid...
Me gusta caminar. Es un buen ejercicio y además me sirve
para darme cuenta de que no todo lo que me rodea es mierda: hay muchas caras
bonitas de jóvenes que lanzan al mundo su total dominio de la vida, quizás olvidadas
o ignorantes de las miserias humanas que pululan en cualquier meridiano. Hay
mucho movimiento. Esta es una ciudad con una vitalidad de paréntesis. Pero
cuando hay manifestaciones, botellones o huelgas que dejan la ciudad como un
basurero descomunal, ya no me gusta caminar por estas calles tan golpeadas de
Madrid...
mejor sostener la virtud de olvidar...
Atrapados como estamos por las manos (no quiero decir
garras) de un poder que ni por casualidad da en el blanco con sus medidas de
austeridad a ultranza, cada día nos va quedando menos a donde ir a quejarnos
como hacen los judíos en su muro de lamentaciones (aquí debería haber uno) y
menos subterfugios en que basar nuestras quimeras al pensar que puede que haya
realmente un futuro mejor y más llevadero si salimos algún día de este
laberinto. Pero no, quejarnos y recordar tiempos mejores ha sido nuestro
derrotero salvador. Que no nos ha salvado nunca. Por eso pienso que quizás
sería mejor sostener la virtud de olvidar...
¿y después qué?
Los paraísos celestiales no existen. Esa verdad ha aplastado
con el tiempo y la ciencia que avanza a velocidad casi de luz a todas las
supersticiones que intentaban consolarnos con una vida nueva y mejor tras
nuestra muerte. Ya no basta pronunciar AMEN para tranquilizarnos. La ignorancia
de lo que nos espera nos deja no felices como creíamos hace mucho tiempo, sino
en una especie de stand by que sólo favorece la alteración del sistema
nervioso. Hoy que creemos saber más nos damos cuenta de que no sabemos nada.
Pero lo peor es que tampoco existen paraísos en la Tierra. Tampoco esa utopía
puede salvarnos de la pregunta inevitable: ¿y después qué?
el cuento del gallo capón...
Mientras todos los habitantes del planeta continúan sus
vidas (monótonas, rutinarias, movidas, interesantes, felices, desgraciadas,
insípidas, atormentadas, entusiastas, ricas, pobres, miserables) y el mundo
sigue andando cuando millones de ojos se cierran diariamente, cada mañana
cuando me despierto ya no me pregunto ¿y después qué? Porque sé que después
será lo que será y eso ni yo ni el resto de la humanidad puede saberlo,
predecirlo, adivinarlo. Ese secreto no está en manos humanas ni divinas,
simplemente no está. Y hay que continuar viviendo, convencidos de que el único
esfuerzo que vale la pena es el de vivir lo mejor que podamos. Lo demás es el
cuento del gallo capón...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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