Era un fan de la informática. Era un apasionado de Internet.
Era un maestro en el arte de teclear, hasta el punto de que jamás miraba el
teclado cuando escribía, y escribía diariamente. “Si miro las teclas me
equivoco”, decía. Decía que su padre le había enseñado, de niño, antes de
entrar en la primaria, 4 cosas que en la vida le habían servido de mucho,
incluso lo habían sacado de apuros propios de la adolescencia cuando arribó a
tan propicia edad para cometer errores y hacer disparates. 4 cosas, entre otras
de menor importancia:
1)
leer
2)
el reloj
3)
las tablas aritméticas: sumar, restar, multiplicar y dividir
hasta el 10
4)
jugar ajedrez
--En el ajedrez, al principio, mi padre se dejaba ganar,
pero con el tiempo lo fui superando, y en plena adolescencia ya jugaba mejor
que él... –me dijo un día de mutuas confesiones infantiles.
El tiempo es lo único que jamás se detiene. Pasa, a veces
rápido, a veces lento, a veces no pasa cuando se sueña que está pasando. Pero
el almanaque es implacable. Aquel aficionado al ajedrez estudió, se graduó,
comenzó a trabajar, se casó, tuvo hijos, y sobre todo, poco a poco fue
envejeciendo. Pero nunca dejó de aprender.
--Cada día aprendo algo nuevo, de cualquier persona.
Aprender es bonito y provechoso –me decía siempre.
Y siempre con un libro en su portafolios o en las manos. Le
gustaba leer. Desde niño le gustó leer. Pero un día descubrió un aparato que lo
maravilló literalmente: los había visto muchas veces, pero esa vez tuvo uno a
un metro de distancia, en un centro comercial, al alcance de sus ojos y sus
manos. Lo miró. Y lo tocó. Era un ordenador (computadora). Y a partir de ese
día soñó con tener uno igual a ese que había
descubierto...
Y pasó el tiempo. Aquel muchacho inquieto y curioso que
aprendía de todos diariamente, y de los libros, los periódicos, las revistas, y
de todo lo que caía en sus manos que podía leerse, se convirtió en un verdadero
seguidor de Internet, a lo que dedicaba una parte importante de su tiempo. Y el
Internet motivó que su espacio se fuera llenando de otros aparatos accesorios o
complementarios para dicha función, hasta el punto de que necesitó muy pronto
más espacio para colocar tantos cables, mandos a distancia (telepilots),
móviles (celulares), equipos electrónicos, ipads, iphones, impresoras, bafles,
cartuchos, alargadores, ADSL, línea telefónica, flash-drives, discos, tarjetas
SD, routers, módems, extensiones, wifis, discos duros externos, y... y todos
los sistemas operativos (Windows 95 y 98, 2000, XP, Vista, 7 Home Premium,
hasta el tan criticado Windows 8 que tantos dolores de cabeza le dio), que un
mal día lo machacaron tanto que de pronto se paró en medio de su habitación
convertida en oficina, rodeado de tantos aparatos que casi no lo dejaban
caminar, y lanzó un grito que hizo correr y llamar a su puerta a la vecina
inmediata, asustada por semejante reacción hasta ese momento nunca oída por
ella...
Ahora está ingresado en una habitación personal del
psiquiátrico, donde descansa al fin de su afición extrema o extremada, y donde
cada enfermera que pasa por su lado siempre lo oye diciendo en voz baja algo
así como “haz clic aquí, haz clic aquí, haz clic...” mientras sonríe, con la
vista dirigida a una distancia que no existe más que en su imaginación otrora
creadora y productiva...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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