Al llegar a la
planta baja me encuentro a una asistenta leyendo muy concentradamente un
periódico.
--Buenos días –la
saludo.
Levanta la
cabeza, me mira y me responde el saludo, sonriéndose. Como siempre, educada,
agradable y simpática. Le pregunto qué lee que tan abstraída la tiene.
--Pues mira, los
horóscopos del periódico (...) –y vuelve a su lectura.
--¿Y por qué ésos
precisamente, o es que los lees todos? –miro la mesa y veo que hay varios
diarios más y algunas revistas.
--No, ¡para nada!
Yo sólo leo los horóscopos de este periódico... porque estos sí son los que
están en lo cierto, en éstos sí se puede creer...
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Hablo con un
ferviente fan de los signos zodiacales y su significado. Le pongo un ejemplo de
por qué no creo en esa ilusoria ingenuidad:
--Suponte –le
digo mientras me mira con recelo- que hay dos niños que llegan al mundo: uno,
el día en que pasa de un signo a otro, digamos de Piscis a Aries, a las 23.59,
o sea, estando todavía en Piscis –el amigo abre su boca, pero no me
interrumpe-. Pues bien, el otro nace a las 0.01 del día siguiente, 2 minutos
después, o sea, cuando ya es Aries, ¿me copias?
--No sé a dónde
quieres llegar con eso.
--Ahora te
aclaro: fíjate que han nacido esos niños con la diferencia de 2 minutos, pero
el primero en un signo y el segundo en otro. ¿Tú crees que por esa diferencia
las características y la personalidad de cada niño tengan que ser distintas,
independientemente de otros factores como sus padres, su situación, su salud,
etc. y todo lo demás?
Mi amigo cierra
la boca. Quiere decirme algo, pero lo que hace es rascarse la cabeza y al final
decirme:
--¡Caramba!
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Hablando en
plata, yo, la verdad, me veo con mucha más semejanza con un italiano o un
argentino que haya nacido en cualquier otra fecha que la mía, que con un
finlandés que haya nacido a la misma hora, el mismo día, el mismo mes y hasta
el mismo año que yo. Creo que con el argentino y con el italiano tengo
muchísimas semejanzas, con ese finlandés compañero de signo zodiacal...
¡ninguna!
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Paraguas abiertos
bajo techo, sal derramada por encima del hombro, espejos rotos (7 años de mala
suerte), gato negro cruzándose frente a nosotros, pasar por debajo de una
escalera, el número 13, tocar madera, la herradura detrás de la puerta, soñar
con un familiar fallecido, las manos que pican (dinero por venir), las cartas,
los caracoles, las 7 cochinillas fritas, una gallina prieta, orines de yegua,
en martes ni te cases ni te embarques... etc. etc. etc. Me pregunto (y que me
perdonen los creyentes a quienes respeto, pues cada cual cree en lo que le da
su real gana): ¿es posible que ya en pleno siglo XXI haya tantas personas que
crean (aunque de buena fe muchas) en tanta... bueno, no voy a utilizar el
calificativo, porque no quiero que se sientan ofendidas. Nada más lejos de mi
intención. Sólo que en la vida hay muchas, muchísimas cosas reales y veraces en
las que creer a estas alturas de la humanidad...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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