Hace algún tiempo tuve una amiga llamada Amilamia a la que nunca conocí
personalmente. La conocí por Internet (que no sólo nos da penas) cuando
descubrí su blog donde escribía cosas que parecían creadas por un ángel de esos
que a veces uno se imagina que existen, porque soñar es la mejor solución ante
cualquier adversidad. Eran escritos llenos de poesía, de esa poesía que llena
el alma de una sensación alegre y quizás algo así como feliz. Y yo entonces
soñé con ese ángel. Y me sentí alegre. Y quizás fui feliz...
Comenzamos a escribirnos casi a diario, a
enviarnos fotos, poemas, cuentos, y un día a ella se le ocurrió que podíamos
leer algún texto juntos, o sea, los dos al mismo tiempo, ella en su país y yo
en el mío, y después escribir un comentario con nuestras opiniones, enviándonos
los mismos mutuamente. Era una relación sin ningún otro fin que mantenernos en
contacto a través de Internet, de saber cosas el uno del otro, de decirnos cómo
vivíamos y lo que esperábamos de esta vida tan corta y que tantas sorpresas
acostumbra a darnos. Sí, quizás fui feliz...
Pero un día Amilamia dejó
de escribirme. De súbito, sin decirme por qué ni dejarme siquiera la esperanza
de que su decisión estaba motivada por alguna circunstancia ajena y tal vez
personal, que no le había dejado tiempo para avisarme de aquella actitud tan
inesperada e incomprensible. Pero no era nada de eso: ella seguía existiendo,
llenando el éter de su prosa poética tan bella y de sus ocurrencias que lanzaba
al aire con la ingenuidad de la juventud que sólo ve colores y jardines de
flores en su entorno. Lo supe, porque busqué su blog y vi que no había ninguna
circunstancia ajena. Sólo había interrupción y olvido. Así de simple... ¡y de
terrible!
Y
recordé aquellos versos que surgieron un día como premonición a lo que podría
suceder...
Te vas, así de simple, condenándome
como a un proscrito huido de su destino histórico
a echarte de menos, a echar de menos
tu sonrisa refrescante como un copo de nieve
aunque llena del calor de la luz que proyectas
y que ya siempre se extenderá en el éter
de una imagen desvanecida y tierna
pero siempre lejos,
pero siempre ausente...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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