¡Cambiar el mundo! He oído y leído estas
palabras tantas veces que ya cuando las oigo o las leo me suenan como un
anuncio de la tele que cuando lo ves una vez puede que te guste, cuando lo ves
dos veces lo aceptas más o menos, cuando lo ves por tercera vez ya comienza a
caerte pesadito, pero si llegas a verlo treinta veces... tienes 3 opciones: 1)
apagas el televisor, 2) cambias de canal, aunque en la mayoría vas a
encontrarte con el mismo anuncio, y 3) coges el aparato, te acercas a la
ventana, y lo lanzas, ¡cataplún!, y ya no volverá a mostrarte ni un solo
anuncio más (opción recomendada).
A estas alturas todavía existen seres
iluminados que se creen que tienen el poder para cambiar el mundo. Por supuesto
que todos los intentos de cambiar el mundo han fracasado, porque el problema es
simple: el mundo no puede cambiarse. Me dijo Juan Maguey que si él fuera compositor
haría una canción titulada El mundo sigue peor, porque Juan piensa, como yo, que el mundo es
incambiable. Y ahórrense endilgarme el sambenito de pesimista: hace tiempo
confesé que lo soy, y en grado sumo. Pero eso sí, con los dientes al aire...
Vamos a ver: para cambiar el mundo, primero
habría que cambiar el hombre. Y cambiar el hombre no es cosa de apretar un
botón en un telepilot (mando a distancia). Pero bien: a un solo hombre es
imposible cambiarlo, por mucha labia que se tenga. Sin embargo, a una multitud,
digamos diez mil personas reunidas en alguna de las miles de concentraciones
humanas que se realizan en el planeta diariamente, y que no resuelven ni
hostias, sí es relativamente fácil cambiarla. Las masas suelen dejarse conducir
por algún “gran jerarca”. Pero ojo: sólo de momento, cuando los gritos
enardecidos aplacan la sed de desplayarse con todo lo que se tiene dentro.
Después, en casita, a solas, meditando, cada uno de los miles que aplaudió,
gritó, dio vivas a quien quería que cambiasen, se da cuenta de que le han
tomado el pelo, y nada, de cambio nada, que sigo así, carajo, y que cambie la
madre que lo parió, murmurará ese alguien o se lo dirá a su pareja si la tiene
cerca. Y es que no todos queremos (ni podemos) ser “héroes” que generalmente
terminan ignorados, olvidados, borrados del ambiente, presos, o muertos muchos
de ellos. Ahora los héroes que permanecen son otros: en países como España, los
héroes son los futbolistas. Y no creo que esos “héroes” tengan interés en
cambiar este mundo.
Lo que me llama la atención es que todavía
hoy haya millones de seres humanos que crean a estos cambiadores del mundo, los
aplaudan, los admiren, los sigan, y se dejen tomar el pelo tan inocentemente.
No en balde dijo Celestino Goicuría: “¿tontos?, somos mayoría”.
Augusto Lázaro
Para acceder a EL CUICLO pinche http://elcuiclo.blogspot.com.es
1 comentario:
Muy interesante tu punto de vista... Yo en cambio soy la optimista que cree que puede hacer algo para cambiar algunas cosas, aunque es ir contra la corriente... Seguramente no llegue a hacer nada pero moriré en el intento...
Saludos...
(http://mundofloo.espacioblog.com/)
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