Desde niño estoy
oyendo refranes y sentencias, casi todas de mis padres, sobre todo de mi padre,
y casi todas sacadas de la biblioteca EL TESORO DE LA JUVENTUD, que mi tío Juan
Antonio tenía en su casa, y a la que yo comencé a acudir desde antes de ir a la
primaria. Entre esos refranes o sentencias había varios que nunca se me han
olvidado, entre ellos cito 2 que me sirven muchas veces en cada momento de duda
(lo único cierto según Carlos Marx):
“El que da lo que
tiene, a pedir se queda”
“Si fío, pierdo
lo mío. Si presto, al cobrar molesto. Si doy, a la ruina voy”
Este último lo
tomó mi padre, al parecer, de la bodega donde comprábamos los alimentos que
diariamente consumíamos, pero sirve igual para afrontar los avatares de la
vida, que nos puede ocasionar muchos malos momentos si accedemos a lo contrario
a lo que nos enseñan estas sentencias.
En mi vida he
ayudado a mucha gente, cuya respuesta nunca ha estado a la altura de la
circunstancia, pues no ha respondido como yo ante su solicitud (excepciones
nunca faltan, pero son minoría inmensa). Con los años, descubrí 2 cosas que me
han servido de mucho: 1) que en el diccionario hay una palabra poco usada, pero
que tiene implicaciones favorecedoras: NO. Y 2) que Sor Juana Inés de la Cruz,
desde aquella época tan remota, vislumbró lo que significaba ayudar en demasía,
y escribió algo así como “padecemos más por los plegarias atendidas que por las
no atendidas” (cito de memoria). Cuánta razón tenían los 2, el diccionario y
Sor Juana. Porque si hubiéramos aplicado estas dos opciones durante nuestros
años vividos, nos hubiéramos evitado muchos dolores de cabeza por ser tan
“buenazos” y creernos que estamos obligados a “no saber decir que NO”.
En el fondo,
todos tenemos algo de románticos y de solidarios, sólo que no nos damos cuenta
de que no podemos arreglar el mundo tan lleno de injusticias, y por tanto, a
veces llegamos a extremos de quitarnos algo nuestro para ayudar a quien consideramos
que lo necesita más que nosotros. Conozco un caso que no deja dudas: un señor
que recibe una pensión contributiva (el doble que la que reciben los que cobran
la no contributiva) tiene una bien ganada fama de pedigüeño, porque siempre
está pidiendo dinero prestado con algún cuento que encuentra oídos receptivos
que caen en la trampa. Una señora respetable y seria del edificio donde vivo me
contó que 2 veces le había prestado €5 a ese individuo, y por supuesto, no
recibió la debida devolución. O sea, picó nada menos que 2 veces. ¿Y qué logró
con eso? NADA. O sí, logró contraer un estado de nerviosismo depresivo, porque
cuando necesitó esos €10 para cosas necesarias, se dio cuenta de que no tenía
más que unas calderillas que no le alcanzaban ni para un café. El tipo siguió
pidiendo y no resolvió su situación ni la resolverá, porque pedir y gastar lo
obtenido en vicios y juegos, no da ningún resultado.
En resumen, que
es aconsejable aprender a usar el NO y no dejarse desplumar por estos elementos
que nos toman el pelo porque saben que algunos de nosotros caeremos, nos
creeremos sus cuentos, y les daremos lo que jamás nos devolverán, ocasionándonos
problemas económicos que pudieran haberse evitado con una sola palabra del diccionario
que casi nunca nos atrevemos a usar y que es muy útil para ayudarnos a nosotros
mismos, recordando que para ayudar a los demás tenemos que empezar por
ayudarnos a nosotros mismos, que no somos Amancio Ortega ni la madre Teresa,
vaya…
Augusto
Lázaro
@lazarocasas38
No hay comentarios:
Publicar un comentario