La palabra “progreso” se utiliza en muchas dudosas
ocasiones. A veces el tal progreso sólo significa que nos estamos
deshumanizando lentamente, y que el encuentro que hemos tenido siempre con
nuestros semejantes se ha convertido en un contacto inalámbrico donde sólo se
ven imágenes y letras de amigos y familiares, a quienes nunca se tienen frente
a nosotros, o sea, “en persona”. Porque comunicarnos con ellos es en realidad
comunicarnos con una máquina, un aparato, una pantalla impersonal...
Se ha vuelto algo normal entrar en un autobús, por ejemplo,
y observar que el 80% (y me quedo corto) de los viajeros están atentos a ese
aparatico que controla la vida de las personas como si éstas dependieran de él
para todo lo que tienen que hacer, y se olvidaran de que la vida tiene otras
cosas que poco a poco se van reduciendo al móvil (celular) y algo más como
comer, estudiar o trabajar (quienes lo hacen), si acaso ver algún programa
mierdero en la TV, y nada más. ¿Y los amigos, las relaciones con la humanidad,
el encuentro para pasar un buen rato, etc.? Pues nada, todo vía móvil. El móvil
es el contacto principal (y pronto será el único) que se tiene con los amigos,
conocidos, hasta con el estudio y el trabajo que ya pronto dependerán de
pantallas en lugar de pupitres, cuadernos, libros, herramientas, etc. La
generación del móvil impera y es indetenible. Y lo peor todavía no ha llegado.
Es bueno leer esa novela de Asimov titulada EL SOL DESNUDO (The naked sun) para
hacernos una idea de cómo viviremos dentro de muy poco tiempo... los que no nos
hayamos muerto antes, por supuesto...
Una anécdota que casi no puede creerse podría ilustrar estas
opiniones:
4 chicas (2 estudiantes, 1 trabajadora y 1 nini), que hace
meses no se ven por diversas circunstancias, se ponen de acuerdo para
encontrarse una tarde en un bar y charlar sobre sus vidas y demás. Llega el
ansiado día, y cuando ya están sentadas en una mesa del escogido bar, después
de los besos, abrazos, saludos, etc., las 4 sacan sus móviles y cada una se
pone a operarlo, clavando su vista en la pequeña pantalla de los aparaticos. A
las 2 ó 3 horas, deciden al fin separarse. Durante todo ese tiempo no se han
dicho nada de sus vidas y demás, sólo han atendido a sus móviles mientras hacen
algunas exclamaciones, toman algunos sorbos del refrigerio que han pedido, y
nada más. O sea, que al salir del bar las 4 están como cuando llegaron: sin
saber nada las unas de las otras. En la despedida, una de ellas dice:
--Chicas, tenemos que quedar para otro día. La verdad que
hemos pasado una tarde maravillosa...
Y se retiran, con más besos, abrazos, y la promesa de
encontrarse otra vez y volver a pasar otra tarde maravillosa, conversando entre
amigas sobre sus vidas y demás...
Augusto Lázaro
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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