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En diciembre de 2014
se hicieron obras en el edificio donde vivo, cuyo propietario es el
Ayuntamiento de Madrid. Ahora, en diciembre de 2015, el Centro de Mayores,
conjuntamente con el comedor social también para mayores, y que también
pertenecen al Ayuntamiento madrileño, están en obras. Me pregunté por
curiosidad por qué esas obras se realizaban siempre en el mes de diciembre, y
como dice el refrán que preguntando se llega a la verdad (cosa de la que no
estoy seguro), llegué a un consenso entre las personas a quienes pregunté de
que la explicación es muy sencilla:
--Es que a los
ayuntamientos se les entrega un presupuesto para todo el año, y si al terminar
el mismo, o sea, el 31 de diciembre, no lo han gastado todo, lo que les sobra se
lo quitan, o sea, lo pierde para nuevos empeños.
Y ahí está la cosa.
Me sigo preguntando, pero esta vez no hay consenso porque no he “entrevistado”
a nadie, por qué esas instituciones públicas no planifican mejor sus gastos
para que no tengan que inventar obras ni arreglos ni remozamientos a fin de
año, cosa que muchas veces molesta a los usuarios por tratarse de una fecha en
que lo mejor sería que todo se mantuviera en paz y esperar que pasaran las
fiestas y las celebraciones para llenar de polvo, ruidos, golpes, derrumbes,
movimientos, etc., los lugares donde aparentemente hace falta esa
“remodelación”...
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El que crea que los políticos son
distintos no conoce la política. En el fondo todos los políticos son iguales y
su principal característica es prometer, endulzar los oídos de quienes están
dispuestos a oírlos y verlos (o leerlos) con las cosas que esas personas desean
oír y ver (o leer), y lo más curioso es que esos que les sirven de público
creen lo que oyen y ven (y leen), aunque hayan tenido antes demasiadas
experiencias sobre la mentira que están consumiendo y que después refrendan con
sus votos en las urnas. Esta reacción de las multitudes se ha tratado miles de
veces en ensayos, críticas, artículos, por prominentes estudiosos de las masas,
y pasa el tiempo y cambian los siglos y desde que el mono dejó de serlo para
convertirse en un animal peor al que se dio por llamar ser humano existen esas
masas que enfebrecidas aplauden, dan vivas, gritan, se desgañitan ante un nuevo
líder que parodiando al Quijote toma a su público por un Sancho tan fácil de
manipular que da risa, aunque a veces se tengan deseos de llorar...
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Una curiosidad que
se ve mucho en estos días es un letrero (de varios tamaños, formas y colores)
que dice: “felices fiestas”. Parece que quienes inventaron esa genial
felicitación conocen fiestas que no son felices, o sea: fiestas infelices. Todo
por dos cosas: 1) ignorancia, y 2) no usar el tradicional “feliz Navidad”,
pensando quizás en su ignorancia que de ese modo la gente va a creer menos en
esa fecha, que por cierto, tiene tela por donde cortar, porque según la
mitología bíblica, Jesús nació (y cada año nace) un 25 de diciembre, pero cada
año muere un día distinto, pues se escoge para su muerte no un día del mes (como
el 25 de diciembre para su nacimiento), sino un día de la semana, caiga el día
del mes que caiga. ¿Cómo se explica eso? Pues no tiene explicación. Y sin dudas
es original, porque todas las personas mueren un día del mes, digamos: José
falleció el 15 de marzo del año tal, y cada año se conmemorará por sus seres
queridos el 15 de marzo, no si cayó jueves o lunes. Cuestión, que Cristo murió
un día de mes que nunca se ha sabido o se ha dicho cuál, por eso se conmemora
su muerte un jueves y un viernes llamados santos, y no un 22 o un 19, como
debería ser. Nada, que la mitología tiene ese encanto de poner la “historia”
(sea sagrada o pagana) como le plazca a quien la escriba, sin respetar las
mínimas leyes de la lógica. Y eso será per seculam seculorum...
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