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¡40 grados a la sombra en Madrid! No, esto no es el verano
con sol, calor, ropas ligeras y las calles llenas de gente disfrutando del buen
tiempo. Esto es un infierno, una sauna, un crematorio. Quien no disponga de
aire acondicionado lo pasa muy mal, no sé cómo se escapará de esta pesadilla.
Otra semana más con ola de calor, peligrosa por cierto. Un vecino del edificio
está hospitalizado porque sufrió un golpe de calor. Me erizo. Ya no me quedan
las pocas ganas que tenía de salir a dar mi paseíto diario. ¿Despegarme del
fresquito del aire? Ni soñarlo. Mejor aquí, ejecutando el arte de leer y en
papel, que es todo un señor placer, y asomarme a la ventana, de vez en cuando,
a contemplar las hojas verdes que ya cubren los árboles que estaban pelados
hasta hace muy poco. Y pensar que habrá que inventar un refrán que venga bien
al caso: no hay ola de calor que dure todo el año... ni cuerpo que se adapte a
la candela...
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Prefiero el frío por una razón muy práctica y sencilla que
está al alcance de todos: si usted siente mucho frío, siempre podrá encontrar
un abrigo con que taparse, una manta, algo, aunque esté viviendo en plena calle
como mendigo: una iglesia o una persona altruista le suministrará lo necesario
para que no se tulla de frío. Pero lo que nunca veremos es un mendigo callejero
con un equipo de aire acondicionado, ni siquiera con un ventilador de mano. Por
tanto, el calor puede hasta matarlo. El frío, nunca. Y así me sucede: por mucho
frío que haga, me abrigo y se acabó. Pero cuando el calor aprieta, aunque me
desnude seguiré sintiendo calor. Además, el frío me gusta porque durante su
etapa me siento mejor, más fuerte, puedo caminar muchísimo sin cansarme,
siempre tengo buen apetito, estoy relajado y refrescante, y etc. Allá quienes
sueñan con la maravilla de una playa repleta de turistas sudados y donde
echarán hasta la salfasia y después sentirán más calor que si se hubieran
quedado en sus casas, eso sí, con un buen aire...
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Vivo en una ciudad cuyo clima puede variar hasta 10 grados
en un mismo día. Madrid es original en muchos aspectos, pero en ése es la
hostia: a veces por la mañana, cuando me levanto, alrededor de las 07.00, hace
tal fresquito que hasta tengo que ponerme al menos una cazadora para salir.
Pero a las 13.00 de ese mismo día, la cazadora estorba, porque casi sudo por la
temperatura que ha subido varios grados, y si no hay viento, aleluya. Por eso
en Madrid se ven tantas personas con un jersey o una cazadora colgados en la
cintura, pues les sucedió lo que a mí: se levantaron con fresquito casi frío, y
al pasar las horas, sintieron el calor del mediodía. Nada, que para gustos...
aunque en mi caso, casi nunca me cuelgo nada en la cintura, pues prefiero
llevar los jerseys o las cazadoras en las manos, aunque sea tan molesto. Cosas
de las costumbres, supongo. Y a disfrutar del clima madrileño, que eso no se ve
en cualquier ciudad...
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El verano es la estación en que las mujeres, especialmente
las jóvenes, ostentan su real estatura: ninguna se ve con tacones, al menos
durante las horas en que el sol machaca, y de ese modo las bajitas son bajitas
y no pueden engañar o simular con los taconazos que a veces dan miedo por lo
largos y afilados. Muchas revistas recomiendan el no uso de esos tacones porque
perjudican la salud, pero nada, que aparentar ser más altas, eso no se lo quita
a las chicas ni el desmolleje. Para mí lo único agradable que tiene el verano
es que pueden verse, además de las caras y los pelos, partes del cuerpo a las
jóvenes que a pesar de la canícula crematorial pasean por las calles adornando
con sus bellezas (siempre una mujer tiene cosas bellas si se la mira bien) el
ambiente tan poco propicio para el disfrute callejero. Porque en el invierno,
adiós visión idílica: sólo caras y pelos, y a veces sólo caras, y hasta a veces
sólo parte de las caras. Pero así y todo lo demás, prefiero, como ya dije y
ahora repito, el invierno: me gusta el frío y no me importa que el termómetro
baje de cero. Un buen abrigo, o una buena calefacción en caso grave, y basta. Y
hasta que la ola de calor me despeje un poquito para ver si se me ocurre algo
que escribir en el blog. Sean felices y refrésquense. Hasta la próxima entrada.
Augusto Lázaro
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