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Uno de los grandes males creados vía sistema nervioso es el
que algunos llaman “sufrir por adelantado”, o sea, una persona que piensa y/o
cree que le va a suceder algo malo, o que su salud va a empeorar, o que lo van
a echar de su trabajo (los motivos pueden ser tantos que sería inútil
reseñarlos), y así pasa el tiempo (auto)martirizándose hasta alcanzar
proporciones de calmantes y tranquilizantes que en definitivas no van a
resolver su problema, porque su problema está dentro de él. Hay casos, muchos,
en que al final de varios meses (y a veces años) de angustia no sucede nada de
lo que esa persona imaginó que podía suceder, y ya está: a reconquistar (cosa
no muy fácil) su vida normal y maldecir ese tiempo que pasó “sufriendo por
adelantado” lo que no llegó a suceder(le).
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Los libros (y revistas, separatas, folletos, etc.) llamados
de autoayuda se multiplican como curieles y últimamente los hay que tratan toda
clase de asuntos y problemas que debe afrontar una persona y cómo resolverlos,
ofreciendo una buena cantidad de fórmulas, métodos, consejos, etc., que han
llegado a formar parte importante de esa pequeña biblioteca (por darle algún
nombre) que cada familia tiene en su casa. No pongo en duda que estos tratados
puedan ayudar a alguien, pero tengo una amiga que puede servir de ejemplo de
hasta dónde esos libros pueden, en lugar de ayudar, perjudicar a quien los lee
casi como parte de su vida diaria a la que ya no pueden renunciar. Esa amiga me
confesó que no puede vivir sin esos libros, sin abrirlos, hojearlos, leerlos, y
lo más importante: guiarse al dedillo por todo lo que aconsejan que se haga
ante cualquier problema o situación a afrontar. Le dije ¿por qué no tiras toda
esa “literatura” en el cesto de una vez y te atreves a afrontar tus problemas tú
sola, sin hacerle tanto caso a quienes han escrito esas cosas que son seres
humanos como tú?
Por poco se pelea conmigo... Hasta ese punto había llegado
su dependencia de esas autoayudas que era capaz de perder a un amigo con tal de
no renunciar a seguir al pie de la letra las instrucciones que daban tantas
páginas dedicadas a decirle a las personas lo que debían o tenían que hacer
cuando se les presentara algún problema, o para vivir y sentirse mejores. Pero
lo más importante: que cuando le pregunté cuántos problemas había resuelto
guiándose por esos consejos se quedó como muda, intentando recordar alguno... y
al final seguimos como amigos, olvidándose ella de que la mejor autoayuda que
puede proporcionarse está en su propia cabeza y no en toneladas de páginas con
recomendaciones que convierten en otro problema a quien las colecciona para
dedicar su vida a la lectura y seguimiento de tantas ideas que para seguirlas
hay que renunciar a todo lo demás.
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A todas éstas, se componen los gobiernos municipales y
regionales, muchos de los cuales forman una amalgama de ideas y conceptos que
ojalá no echen al traste las “buenas” intenciones de sus integrantes para echar
a andar este país con un gran cambio que no se cree que sucederá ni El Tato,
que en el fondo sabe que “de los políticos no esperes nada, porque to’s son
peores”, como decía mi tío Pancho Casas conversando con su sobrino favorito en
Pinar del Río en los años 50. Soy partidario del bipartidismo, sobre todo por
una razón de mucho peso: los países bipartidistas son los más ricos, prósperos,
poderosos, y donde la democracia triunfa sin mayores circunstancias adversas:
mi propia experiencia me dice que donde muchos piensan distinto en una sola
agrupación (y a veces no se ponen de acuerdo), no puede progresar la buena
intención, y en lo que acaba volviéndose esa agrupación es en un eterno
discutir puntos de vista que a la larga perjudican el desarrollo de la empresa
(o del país) que pretenden echar adelante. Bueno, cada cual con su librito, a
ver cómo salimos de ésta, que ojalá no sea como salió Cataluña con el
tripartito, una experiencia a tener en cuenta que por lamentable ignorancia o
autosuficiencia nadie tiene en cuenta...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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