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El siglo XXI parece aspirar al (des)honroso título de EL
SIGLO DE LA VIOLENCIA. Al fundar el periódico LA RAZON su expresidente y/o
exdirector don Luis María Ansón declaró que éste sería EL SIGLO DE LA RAZON. Se
equivocó. Nunca antes se había visto tanta violencia tan seguida, y ahora, con
los medios de información tan desarrollados, casi se ve “en vivo y en directo”
cómo degüellan a mansalva a seres humanos, cómo matan a pedradas a mujeres
enterradas en una plaza pública con sus cabezas fuera para recibir las piedras,
cómo cortan lenguas, brazos o piernas a personas por el solo hecho de haber
cometido algún delito menor, cómo aplican la ablación criminal a niñas casi
recién nacidas impidiéndoles el disfrute del sexo en su madurez,
cómo lapidan vivas a mujeres que sufren una muerte siquiera
más horrible, cómo cuelgan de los árboles a los homosexuales, cómo torturan a
los toros ante la exclamación de gozo de un público que parece drogado para
celebrar tamaña bestialidad, cómo los hombres arman guerras en todas partes y
atacan, destruyen, asesinan, arruinan, siembran el terror, el hambre y la
muerte, y toda esta horrenda panorámica parece que no excluye ningún punto
cardinal de La Tierra, y lo peor, parece que no hay fuerza humana ni divina
capaz de detenerla... ¿El siglo de la razón? No me haga reír, don Luis María...
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El panorama es desalentador: de muy poco, por no decir de
nada, sirven tantos organismos y organizaciones creados con el fin de mantener
la paz en todo el orbe, paz que apenas se consigue por retazos poco duraderos,
porque en cualquier parte del globo puede en cualquier momento encenderse la
llama y explotar. ¿Cuánto hace ya que las niñas secuestradas por Boko Haram en
Africa corren el destino maldito que no se imaginaron? ¿Y quién se ocupa de
enmendar este entuerto? (por poner un solo ejemplo del horror que padecemos los
que nos sentimos vulnerables a cualquier barbaridad sin que hagamos hecho nada
para merecer este destino de terror, injusticia e impunidad de los verdugos)
¡Nadie! El mundo sigue andando y los ojos de millones de inocentes se cierran
para siempre esperando tontamente que alguien acuda en su ayuda e impida que se
cometa otro crimen más repugnante y horrible.
3
No me inspira ninguna confianza esta humanidad: la
estupidez, la mentira, el engaño, la política del YO y los demás que se jodan,
el desentendimiento de lo que sucede ante ojos que no quieren verlo ni hacer
nada por evitarlo... ¿hasta cuándo? En este planeta matar se ha vuelto una
acción casi normal sin mayores consecuencias. Quien tiene padrinos elude el
castigo, la desvergüenza ante la impunidad ya no se oculta, se proclama como si
tenerla fuera un mérito, un honor, una garantía de que hay una bula que permite
el robo, adornado de la desfachatez de los acusados que declaran TODOS que son
inocentes, que no sabían, que no quisieron, que no podían imaginarse, que no
eran ni estaban, que no... mientras el pueblo no convertido todavía en comparsa
que aplaude a estos delincuentes (cada día más) se siente consternado como un náufrago
que carena en la playa de una isla por donde jamás pasará un barco salvador a
recogerlo y regresarlo sano y salvo a su casa que fuera un día el “hogar, dulce
hogar” que poco a poco estamos convirtiendo en un recuerdo...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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