La burocracia (o
más bien burrocracia, como le llaman los que la han padecido, como yo) tiene
una historia larga digna de mejores estudios que los que se han publicado. Es
tan increíble que si Beckett (por ejemplo) hubiera vivido en un país como Cuba
o España, donde la burro tiene antecedentes que parecen extraídos del
teatro del absurdo, hubiera publicado un centenar de obras con el susodicho
tema. Este “invento”, cuya autoría se atribuye a tantos próceres que resulta
imposible encontrar el iluminado que lo echó a andar por el mundo, ha originado
situaciones que únicamente viviéndolas un ser humano puede creer lo que le está
ocurriendo cuando sufre en su carne un episodio de este berenjenal oficinesco.
Porque otra cosa: la burrocracia suele ocurrir, siempre, en una oficina, o a
partir de esa singular y efectiva institución, también creada por una mente
prodigiosa anónima.
Ejemplo de la
inutilidad de semejante engranaje espeluznante es la solicitud que se hace a
cada ciudadano de papeles que no sirven para nada, pues sus contenidos se
hallan almacenados en los ordenadores (computadoras) de los funcionarios que
los piden, de donde se deduce que ese vicio de solicitar datos y datos sólo se
justifica por darle contenido de trabajo a miles de personas que de no pedirlos
estarían en las colas de la desempleomanía, pues aunque sea difícil de creer
(de asimilar) esos funcionarios viven de eso, de los papeles inútiles que a la
hora de los mameyes no resuelven ningún trámite, pues los encargados de darles
luz verde se guían por sus equipos electrónicos en lugar de gastar gestión,
tiempo, archivo metálico y otras lindezas en buscar, encontrar, tramitar,
inicializar y organizar el papel de marras que tanto costó obtener al infeliz
que tiene que presentarlo ante su funcionario solicitante para tal o cual
obtención de tal o cual cosa.
Tendré muchas
opiniones en contra de lo que acabo de expresar, pero a ellos les pregunto: ¿y
para qué se han hecho esos equipos electrónicos si no pueden sustituir al
papeleo que sigue existiendo y amargando la vida de tantos que tienen que
obtenerlos tras un notable esfuerzo de idas y venidas vía transporte o a veces
vía piernas que se cansan? Porque sí, de acuerdo en que se exigen papeles en
todas partes indiscriminadamente, pero muy bien podrían no exigirse y limitarse
las administraciones públicas en comprobar, de una oficina a otra, que los
datos solicitados o necesarios para cualquier gestión u obtención de cualquier
cosa, están correctos, registrados en el equipo que recibe, tan ok como lo
están en el equipo que envía.
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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