Hoy compré EL PAIS. Hoy
es lunes y los lunes no suelo comprar ningún periódico, pero la edición de hoy,
que posiblemente será igual a la de ayer e igual a la de mañana, como las
ediciones de todos los periódicos, traía consigo por sólo €1.95 la novela Un extraño en mi tumba, de Margaret Millar, y a mí me encantan las
novelas negras: sentarme en la poltrona a degustar una de esas novelas es un
placer sólo comparable al chocolate o al arroz, y no cito otros placeres por no
ponerme a describir intimidades que a nadie interesan. No conocía a la autora,
pero al llegar a casa y hojear el susodicho me entero de que la aludida era la
esposa de nada menos que Ross MacDonald, que a su vez era el pseudónimo de
Kenneth Millar, de donde ella tomó su apellido y etc. Sorpresa.
Por eso me gustan los libros (y por otras cosas, claro), porque
siempre me están dando sorpresas, a veces agradables, otras informativas, y las
menos desagradables, como enterarme de que un autor de grandes obras fue o es
un gran hijo de puta del que no vale la pena ni citar su nombre. Cosas de la
literatura. Y de la vida. Por eso, pues, mejor la ignorancia, que a veces no es
tan negativa como su fama.
Ya me hago bocaguas pensando en los ratos que voy a pasar
leyendo esta novela que según había leido en la propa del periódico, está para
coger el libro y no soltarlo hasta que ardan los ojos y las nalgas estén al
rojo fuego. También es cosa rara yo comprando un libro, cuando siempre uso los
de la circulante, sólo que para leer los estrenos hay que esperar un semestre o
hasta un año, pero total, si me muero, ¡cuántos libros voy a no leer! Pues como
saben quienes lo saben, no creo ni en mi sombra cuando el sol está gracioso.
Otra historieta para vips que no pienso contar en este momento.
En este momento lo que me llega volando como una torcaza que
busca un árbol para instalar su nido es mirar la portada del susodicho, en la
que se ve una mujer de espaldas mirando una porción de tumbas a ras del suelo
en algún cementerio, supongo que de EEUU, pues allí no existe el estúpido afán
de perpetuidad ostentosa como en otros países donde las tumbas parecen
mansiones de descanso de familias pudientes. Mirando esa portada me acuerdo de
que existe la muerte, de la que los mexicanos tan bien se burlan y por eso los
sorprende la pelona cantando rancheras o sacando sus pistolas (los hombres) en
una cantina o enseñoreándose con altivez (las mujeres) a quienes parece no
importarles que un día terminarán sus estancias en la superficie, como les
sucede a todos los mortales, que son todos los habitantes de La Tierra, pues
hasta ahora, que yo sepa, ninguno ha sobrevivido creando la nueva figura del
mortal inmortal.
Hay un libro cuyo autor no recuerdo ahora, publicado hace varias
décadas, con el curioso título de Siempre
la muerte, su paso breve,
que me pone a pensar que gracias a eso, a su paso breve, podemos soportar la
llegada de la guadaña para entrar en el túnel que dicen que se ve cuando uno
liquida su itinerario, con una luz blanca que más parece invento de quienes
creen más en la inmortalidad de las cucarachas que en una visión real pasado el
tiempo de tic tac del corazón y cerrando los ojos para no volver a abrirlos, lo
que sin dudas tiene su ventaja, pues así no ve la estupidez ni el horror que
rodea cualquier par de ojos en esta superficie planetaria tan mal configurada.
Pero en fin, para qué más, si con lo que tenemos ya tenemos para
deleitarnos pensando en la muerte y en sus consecuencias, que siempre serán,
como dijo Thomas Mann en La
montaña mágica, "un
asunto más de quienes nos sobreviven que de nosotros mismos". ¿O no?
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario