Nada menos que en
4 ocasiones tendrán los españoles que acudir a las urnas durante 2015. O no.
Depende de cada cual ir o no ir, porque en España, al menos, votar no es
obligatorio. Y es curioso que no siendo obligatorio vaya tanta gente a votar en
cada cita, a sabiendas de que el 90% de las posibilidades dan como resultado el
incumplimiento de tantas cosas bonitas que los políticos (todos) prometen en
sus mítines multitudinarios donde se ve una aglomeración de personas
aplaudiendo, ovacionando, gritando a sus líderes (en todos los partidos y en
todas las convocatorias) que ante semejante aceptación incondicional se creerán
que son los nomplusultras del liderazgo que conducirá a ese pueblo que tanto
los admira y quiere a la conquista del futuro, esperanzador y promisorio. Lo de
siempre. En ambos bandos, o sea: el de los (quizás nuevos) dirigentes y el de
los (quizás nuevos) dirigidos tras una nueva cita con las urnas.
Si algo saben muy
bien los políticos es cómo conquistar un pueblo. Lo han demostrado en la historia
y han llegado a dominar la psicología de las multitudes de tal manera que
hablarle al pueblo se ha convertido para ellos en algo tan simple y tan manido
como ir a comer caviar a un restaurante de lujo. Y es notable, porque resulta
casi imposible convencer a una persona sola (o a solas, mejor dicho) de la
bondad de algún político para que lo vote, en países como España, donde
cualquier persona desconfía, de entrada, de las buenas intenciones de quien
pretende sumarla a su causa. A una persona sola. Pero es muy fácil convencer a
miles de personas reunidas en una concentración de un público que enardecido a
veces y siempre dispuesto, mira a los políticos, oye lo que dicen o no oye
nada, pero al final aplaude, grita, vocifera, y con esa actitud apoya a quien
le está dirigiendo un discurso lleno de lugares comunes, palabras huecas y
sobre todo, promesas que no va a cumplir, aunque esa masa enardecida no lo sepa
o parezca no saberlo. La cuestión es peliaguda: entonces, ¿por qué acuden al
mitin? Y lo peor, ¿por qué van a votar en las elecciones?
Quizás se trate de
una jugarreta de la esperanza, que según el refrán es lo último que se pierde
(en realidad lo último que se pierde es la vida, pero en fin), y cuando el
pueblo está cansado ya de tanto engaño y de tanta tomadura de pelo, aparece,
surgido como de la magia, algún nuevo líder que hace pensar a muchos: “ahora
sí, ahora las cosas van a cambiar, Fulano no es como los demás, hay que ir a
votarlo”... Porque en el fondo los pueblos son ingenuos y creen, siempre creen.
¿Cómo podrían vivir sin ninguna creencia? Y los políticos explotan ese
sentimiento de ingenuidad histórica, trasmitido de generación en generación,
que los lleva al poder desde donde se enriquecen y se abarrotan de privilegios
y beneficios a costa de esa ingenuidad de los votantes que nunca van a
escarmentar: las elecciones democráticas siempre existirán. Y siempre habrá
partidos políticos. Y siempre, cuando se haya ido la última esperanza, surgirá
un nuevo líder que alcanzará el poder, gracias a la bondad de los que crean en
él (o en ella, aunque casi siempre será EL).
Alguien dijo que
la democracia es el menos malo de los sistemas políticos y sociales. Al menos
aceptó que bueno no es ese sistema. Lo peor que debemos soportar es que no hay
otro, pues los otros que hay y que ya conocemos son tan peores que mejor ni
mencionarlos. Triste destino el de esta humanidad que no puede desembarazarse
del aluvión de desvergüenza que le cae encima cuando los políticos, que son los
que deciden el destino de millones de vidas, toman alguna nueva decisión...
para bien del pueblo, por supuesto...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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