--Hola.
--Vaya, pensé que habías decidido dormir en el parque.
--Nunca se te ha dado la vena humorística.
--A ti sí, por eso todo lo tiras a guasa.
--Yo no he tirado nada a guasa, mujer, eres tú la que...
--Corta el rollo, Jacinto, que mira qué hora es.
--¿Qué hora es?
--¿Se te perdió el reloj o lo perdiste en el bar a los dados?
--Muy graciosa. Claro que no se me perdió, aquí lo llevo, mira.
--Y entonces, ¿por qué me preguntas qué hora es?
--Porque tú me dijiste mira qué hora es, con ese tonito de...
--Con el tonito que tengo que tener a esta hora de la madrugada,
esperando en vela ahí en el sofá, y el hombre ni se asoma.
--No sabía que me echaras tanto de menos.
--No te echo tanto de menos, pero aparecerte en tu casa, donde
tu mujer está esperándote, a estas horas de la madrugada, no es para recibirte
con bombos y platillos, creo yo.
--Bueno, bueno, no estoy ahora para discusiones inútiles.
--Para ti todo lo que yo pienso, digo y hago son discusiones
inútiles.
--No todo, la verdad es que guisas muy rico...
--Vete a la mierda...
Sin dudas, el matrimonio es una institución que vale la pena
mantener como símbolo de una sociedad civilizada. Conociendo este tipo de
parejas que aunque no son todas las que están son bastantes las que son, no
digo yo si merece la pena dar el paso para vivir una especie de dolce vita en esa irresistible sensación de paz que es el "hogar,
dulce hogar". ¿Alguien lo duda?
Claro que un pesimista diría, leyendo la anterior descripción de
una escena típica de un matrimonio típico de varios años de casados: "los
hay peores". Y un optimista replicaría: "son excepciones". Y
usted, amig@, ¿qué opinaría de esta discusión quizás inútil pero interesante
para refrescar el verano?
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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