Alguien dijo que "la política es el oficio de los que no
tienen oficio". Pero en realidad yo creo que los políticos sí tienen
oficio: su oficio es enriquecerse, vivir la dulce vida, prometer cosas que no
van a cumplir, insultar a los adversarios, y entrar de lleno en el fascinante
mundo del poder (y a veces de la gloria) y el "figurao", dominando
medios, servicios, organizaciones, y todo un conglomerado de atenciones y
prebendas (sueldos elevados, pluses, viáticos, coches oficiales, despachos provistos
de los más modernos equipos, etc.) que da esa situación colocando a personas
que quizás no sirvieran para otra cosa, en altas cumbres de personalidad y
representación. No pienso repetir ese lugar común de que "hay
excepciones", eso lo dejo a quienes se dediquen a buscar esas excepciones
que cada día son menos.
El libro de cabecera por excelencia de un político es según
consenso EL PRINCIPE de Nicolás Maquiavelo, de quien la maledicencia ha regado
por el espacio terrícola atributos negativos que no tuvo en realidad este noble
florentino, a pesar de su tratado tan tratado en congresos, asambleas,
reuniones, contactos, seminarios, estudios, y sobre todo en discusiones
privadas entre esos personajes a quienes los medios (y hasta los enteros)
llaman intelectuales. Un libro fundamental, sin dudas, pero hay
otros, y entre ellos dos que pueden sustituir al citado sin restarle ninguna
observación aprovechable. Uno es la famosa biografía de Fouché (el genio
tenebroso al que bastó sólo una madrugada para enviar a la guillotina al
ilustre Maximilien Robespierre que tanto la había usado contra sus aparentes y
reales enemigos), escrita con brillantez por Stefan Zweig. Y el otro, de recién
salida, que me ha entusiasmado para adentrarme más en la cabeza de ese bípedo
abundante y por desgracia imprescindible en toda sociedad moderna: EL POLITICO.
El libro al que me refiero se titula FUEGO Y CENIZAS, de Michael
Ignatieff, que fuera líder del Partido Liberal de Canadá, y de la oposición oficial
entre 2008 y 2011, y en él se disecciona la mentalidad de un político
cualquiera de cualquier latitud, porque la principal virtud que tiene es ésa:
los políticos son iguales en todas partes, con mínimas diferencias, a excepción
de los que ejercen el poder en dictaduras totalitarias, que pertenecen a otra
rama de la especie humana, a los que hay que padecer casi siempre sin poder
evitarlo.
Lo más triste y lamentable es que en las actuales circunstancias
de la sociedad (de cualquier sociedad, quizás con excepción de las tribus
nómadas o establecidas en lugares como el Matto Grosso) no nos queda otro
remedio que soportar a los políticos, pues aunque no seamos miembros de ningún
partido, aunque no vayamos a votarlos nunca, aunque intentemos aislarnos totalmente
de esa plaga, nos será muy difícil, por no decir imposible, porque hasta
encerrados en nuestros baños ejecutando nuestras necesidades perentorias,
sabremos que al salir, frescos y perfumados, nos encontraremos, directa o
indirectamente, con ese personaje imprescindible que nos acecha hasta en
nuestras propias casas. Mejor leer un libro, si es que hay alguno que no
mencione la política.
No por gusto (y repito aquí sus palabras) me decía mi tío Pancho
Casas hace muchas décadas esta verdad insoslayable: "de los políticos no
esperes nada, porque to's son peores"...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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