Cuando comencé a escribir este blog hace unos cuantos años
(ya va por la entrada # 381) no pensé que duraría tanto tiempo ni que
escribiría tanto. En los primeros meses publicaba con mucha más frecuencia:
hasta 6 y 8 posts cada mes, y recibía algunas opiniones sobre lo que escribía,
en pro o en contra, a las que yo siempre agradecía, pues pienso que lo que un
autor publica pertenece a los consumidores (lectores en este caso) que son
dueños de opinar lo que les plazca y yo como autor no tengo derecho a ripostarles
ni mucho menos a intentar demostrar algo que yo he llevado a la pantalla que es
posible que las opiniones que provoque estén mejor orientadas hacia la razón
que las mías...
Con el tiempo, las opiniones que recibía fueron
desapareciendo, hasta que llegó el día en que recibí la última, y hasta hoy. Me
puse a pensar y descubrí que yo tampoco leía ya los blogs que al comenzar el
mío también seguía. Y es que el día sólo tiene 24 horas y en el mundo hay
millones de blogs y millones de cuentas en redes sociales, al igual que miles
de libros que quisiera leer y sé que por el tiempo nunca leeré. Y seguramente
eso ha pasado con mi blog (tengo 2, éste y otro llamado El Cuiclo, donde he
publicado cuentos, novelas, poemas, etc., que tampoco lee nadie). Por tanto, me
cuestioné la utilidad que podría tener insistir publicando entradas que nadie
leería, sobre todo porque no había tiempo para leer tantas cosas que
diariamente salen a la luz en todo el
mundo...
Imagínense a un lector voraz como yo, intentado acometer una
“hazaña” imposible: periódicos, suplementos culturales, revistas culturales,
libros, publicaciones llamadas on-line (que son bastantes), artículos,
comentarios, blogs, redes sociales, separatas, entrevistas, críticas literarias
o de cine, teatro, vídeos, películas, documentales,
etc., y en fin, tantas cosas que me pierdo porque, como dije
al principio, el día sólo tiene 24 horas, y aunque sólo duermo 6, me restan 18
que contando con que yo no tengo los servicios de una “compañera” como Mercedes
Barza, por ejemplo, que me haga las tareas tontas pero imprescindibles para
seguir viviendo digamos decorosamente, pues... me repito yo mismo la pregunta:
¿sirve de algo mantener un blog, una cuenta en alguna red, cualquier cosa
dirigida a un público harto de tener demasiadas opciones al alcance de sus ojos
y demasiado poco tiempo para atender una millonésima de lo que quisiera
consumir?
En esa duda estoy desde hace tiempo. Casi no publico en La
Envolvencia, pues cada vez que me enfrento a la pantalla en blanco y voy a
comenzar una idea que se me ha ocurrido, pienso: ¿para qué?, ¿alguien va a
leerla? ¿le va a servir a algún lector? Y como no me decido, mantengo estos
blogs hasta que tome una decisión muy bien analizada, meditada, pensada, de la
que no pueda arrepentirme después. Siempre que publique o vaya a publicar algo
nuevo, por costumbre, avisaré en mi cuenta de Twitter: @lazarocasas38, y a ver
cuánto me dura la duda, que según Karl Marx “es lo único cierto”. Muchas
gracias a los “héroes” que me han seguido hasta hoy, y a los que todavía
(increíble) me seguirán esporádicamente. Les deseo a todos lo mejor, de
corazón, y que pasen una buena semana como pienso pasarla yo, despreocupándome
de tanto Internet y tanta vida artificial como se vive hoy con esos aparatos
que nos rodean en todas partes. Hasta en nuestra propia intimidad...
Augusto Lázaro
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