Winston Churchill dijo que “la democracia es el menos malo
de todos los sistemas sociopolíticos”. No es el mejor, pues no hay ningún
sistema bueno ni mucho menos mejor: cada uno tiene sus defectos y errores que
la humanidad no ha sabido ni podido corregir. Pero al menos la democracia
admite la libertad, que es el tesoro más preciado del ser humano, a decir del
Quijote, y por el cual debe darse la vida si es preciso. La democracia además
respeta la libre expresión y los derechos humanos, a pesar de que no al 100% en
ambos acápites, pero se acerca bastante. No obstante... ¿es la democracia algo
real? ¿Existe en realidad, de acuerdo con lo que según su etimología debería
ser? Veamos...
La palabra democracia viene del griego: demos (pueblo) y
cratos) gobierno. Por tanto, se supone
que la democracia es el gobierno del pueblo. FALSO. En una democracia no es el
pueblo el que gobierna, sino una persona o un grupo de personas que forman el
gobierno y nombran ministros y otros funcionarios, todos al servicio de lo que
decida esa persona o ese grupo de personas que a su vez acatan lo que se le
ocurre a esa persona principal que puede ser un Jefe de Estado, un Presidente,
un Primer Ministro, etc. Lo demás es un grupo de partidos en la llamada
Oposición, que no gobierna, y por lo tanto, sus militantes, simpatizantes y/o
votantes, tampoco gobiernan, aunque aparentemente “controlen” lo que el
gobierno decide, sobre todo en el Congreso de Diputados, pues el pueblo tampoco
elige a los miembros de la cámara alta, o sea, del Senado, organismo que ni
pinta ni canta en el organograma institucional. Por tanto, todos los
“representados” por ambas cámaras forman parte del pueblo que es quien se
supone que gobierna. Pero sólo se supone. Sigamos viendo...
Las elecciones sólo sirven para que el partido que obtenga
más votos, si logra la mayoría absoluta, pueda gobernar, y si no, tenga que
pactar con algún otro (u otros) grupo que lo ayude a alcanzar esa mayoría de la
mitad más uno, al menos, del número de escaños que tiene el parlamento. Ahora
bien: imaginémosnos que el partido gobernante obtuvo un 35% de los votos. ¿Qué
porcentaje de la población es ése, en caso de que el pueblo sea el que
gobierne: pues sólo una tercera parte. O sea, que habría un 66% de la población
que quizás no estaría de acuerdo con ese gobierno. Por tanto, dos terceras
partes de un pueblo que NO gobierna. Pero incluso, si tomamos la cantidad de
los votantes, vemos que todos los menores de 18 años no pueden votar, o sea,
que esa porción poblacional tampoco gobierna. En resumen: ¿quién gobierna
realmente? ¿El pueblo? ¿Una parte ínfima de él? ¿O el equipo de gobierno que no
ha sido elegido por el pueblo? Y si es así, “el gobierno del pueblo” no es más
que un mito, porque en ningún país del mundo democrático es el pueblo el que
gobierna. Un mito. Uno más. Y nada más.
Esa es la democracia que conocemos: un equipo que nombra el
gobernante de turno, que ha sido elegido de una lista donde él encabeza una
serie de personas que sus mismos votantes no tienen ni idea de quiénes son y lo
que son al votar la lista del partido que votan. ¿Tiene solución? No, de
momento, al menos a mí no se me ocurre cómo sería posible que sea el pueblo
quien de verdad gobierne, pudiendo elegir directamente a cada uno de sus
gobernantes a todos los niveles. Pero, desde luego, entre todos los regímenes
sociopolíticos, me quedo con esa democracia imperfecta y digna de una profunda
y desprejuiciada revisión...
Augusto Lázaro
http://elcuiclo.blogspot.com.es
1 comentario:
Concuerdo con usted. La democracia no existe desde que la soñaron los griegos. Lo que se arrastra mal herida en su lugar es un simulacro, un teatro bien orquestado para hacernos sentir que tenemos injerencia y para ocultar las manos de los titiriteros detrás del trono (y sí, todavía sigue siendo un trono). Los que gobiernan siempre han sido los mismos: los grandes capitales, a través de firmas de mercadeo (i.e. periódicos) y bufetes de abogados que solo mueven sus fichas para asegurar maximizar su ganancia.
Feudalismo: antes y ahora
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