ESTA BELLA HUMANIDAD
En carta enviada por José Martí al general Máximo Gómez,
instándolo a ponerse al frente del ejército mambí en la guerra de liberación
cubana del colonialismo español, en 1895, le decía, entre otras cosas: “sólo
puedo ofrecerle el placer del sacrificio y la probada ingratitud de los
hombres”. En tan lejana época ya Martí estaba consciente de lo que podía
esperarse de aquellos a quienes tanto se servía... Winston Churchill, el hombre
(entre otros pocos) al que la mitad de Europa agradece vivir en libertad,
perdió las elecciones posteriores al fin de la II guerra mundial... En la obra
del gran escritor austriaco Hermann Broch LA MUERTE DE VIRGILIO se describe
cómo recibieron al poeta, sacrificado por su pueblo, a su regreso a la tierra natal,
con gritos e insultos apabullantes... Luis Buñuel hizo una disección del
“agradecimiento” en su genial película VIRIDIANA, con Silvia Pinal como
protagonista, quien tras invitar a los “muertos de hambre” a un convite en su
casa casi es asesinada por la turba enardecida que intentó abusar al máximo de
ella y de su generosidad... Y podría enumerar cientos, miles de ejemplos, de lo
que pueden esperar quienes se sacrifican por sus semejantes, aunque no lo hagan
esperando nada, sólo, al menos, eso que ya casi no existe: agradecimiento por
lo que han hecho con dedicación y amor... Soy pesimista, lo confieso porque soy
sincero, y este siglo XXI no nos promete ser mejor que el XX. Me dirán algunos
que no ha habido (todavía) ninguna guerra mundial, pero en 1916 tampoco había
habido ninguna. Habría que esperar, pues las guerras regionales pululan y
duran, sin que la generosidad y el servicio a la humanidad haya dado ningún
fruto. El clásico ejemplo es Iraq: actualmente se ha convertido en una fábrica
de cadáveres, y por muy mal que se viviera con Saddam Hussein, el dictador
impío que sumió a su pueblo en un infierno, ahora los iraquíes han conocido un
infierno todavía mayor y más espeluznante, donde cada día mueren decenas de
personas en atentados y crímenes indiscriminados e incontenibles. Repito: un
solo ejemplo, de los muchísimos que podría citar. En fin, que admiro y respeto
a quienes viven para hacer el bien, pero el mundo que me rodea me ha obligado a
catalogarlos como ingenuos, si piensan que con ello esos que sirven con tanto
cariño van a agradecerles lo que hacen por ellos. Hay que ayudar, sí, a quienes
necesitan ayuda. Pero ¡cuidado! No se engañen a sí mismos: nadie agradecerá lo
que hagan por ellos. Sólo lo disfrutarán. Y si con eso son felices las nuevas “Teresas”,
pues mis felicitaciones por la encomiable labor que realizan sin esperar otra
cosa que, como decía Martí: “el placer del sacrificio y la probada ingratitud
de los hombres”...
LOS BUENOS BUENÍSIMOS
Todos los conocemos: son aquellas personas que dicen de sí
mismas que son mejores que Crisanto Buenagente, que piensan más en los demás
que en ellas mismas, que sirven sin pedir nada a cambio y que son seres
excepcionales que disfrutan haciendo el bien (sin mirar a quién, como dice el
refrán). Donde mejor se ven estos seres excepcionales es en la política: se
sacrifican por el pueblo (palabra que de tanto uso ya nadie le hace caso), no
descansan, viven para los demás, y todos sus pensamientos, sus ideas, sus
acciones, sólo tienen un fin: servir al pueblo que algunas veces los eligen y
otras los mandan a la oposición, como en las últimas elecciones, aunque siempre
los hay que no admiten que pueden perder, a pesar de que los ganadores no son
ejemplo de nada mejor, pero los votos son los votos y las elecciones son las
elecciones. La vida nos da lecciones a diario, sólo que la mayoría (inmensa o
no) no las asimila y casi todos vuelven a caer (porque son personas y no perros
que no caerían una segunda vez) y vuelven a elegir para después arrepentirse,
aunque no tengan el valor de confesarlo. Pero todo seguirá igual, las mujeres
ganarán menos que los hombres por el mismo trabajo y serán maltratadas,
golpeadas y asesinadas por sus parejas, sin que al parecer haya una fuerza
capaz de impedirlo. ¡Qué hermosa es nuestra vida, verdad que sí? Y ¡qué hermoso
porvenir nos espera ahí mismo, al doblar de la esquina! Sólo hay que oír a los
políticos que nos ofrecen un paraíso terrenal que sólo existe en su
imaginación, porque los paraísos, terrenales o celestes, nunca han existido, ni
en la Biblia ni en la realidad, y lo peor: jamás existirán...
Augusto Lázaro
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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