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Madrid: “todos los autobuses tienen aire acondicionado”.
Cierto, lo tienen todos. Pero... ¿los ponen todos? A esa pregunta la respuesta
sería otra: No. Depende del conductor del autobús: si es muy friolero, si está
de mal humor y quiere fastidiar a los viajeros, si pasó una mala noche y está
cabreado, si tiene problemas con su pareja, etc.
Porque en los primeros días de julio he tenido la “suerte”
de usar las líneas 3 y 148 de la EMT de Madrid, y en algunas ocasiones ni gota
de aire, precisamente en los días más calurosos de este mes. Y óigame, ¿sabe
usted lo que es un golpe de calor? Pues parece que algunos (por suerte, la
inmensa minoría) conductores de autobuses lo ignoran. A mí me dio uno en el
verano de 2003 y no quisiera repetirlo. Por supuesto, no pienso contarles lo
que pasé. Pero eso es preocupante: ¿por qué tenemos que ir en un autobús que
tiene su aire acondicionado para ponerlo, no como aderezo del equipo, y ver a
varias señoras (y a algunos señores) abanicándose y con gotas de sudor en la frente,
en un transporte público que pagamos todos con los altísimos impuestos del
señor Montoro? ¿Quién responde a esa pregunta?
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Los que tienen Internet en sus móviles o en sus ordenadores
me imagino que estarán hasta las narices del abuso insoportable de los avisos
de las cookies, cuya desfachatez no tiene parangón en la corta historia de este
invento. Aparecen en todas partes, sin previo aviso, ocupan parte de las
páginas que estemos viendo o leyendo, insisten en que aceptemos que son la
octava maravilla del mundo porque recopilan datos que no queremos que recopilen
(todo lo hacen, claro, sin nuestro permiso) y hasta en algunos casos como por
ejemplo en un móvil donde se marca la web de El Confidencial o la página de
Kadaza España Noticias, sale su letrero ocupando los dos tercios de la
pantalla, y no puede eliminarse de ningún modo, a no ser que aceptemos lo que
nos dicen de las ventajas atroces de las dichosas cookies. Me pregunto por qué
tenemos que soportar esa arbitrariedad. ¿Por qué no podemos eliminar esas
cookies que no nos interesan para nada? ¿Por qué ninguna institución toma
medidas contra ellas y permite que nos machaquen contra nuestra voluntad? Y la
única respuesta que encuentro es que en España el usuario está totalmente
desprotegido ante la invasión de grandes empresas omnipotentes contra las
cuales nadie quiere tomar medida alguna, porque, como dice el refrán, “la soga
siempre se rompe por la parte más débil”. Y la parte más débil somos, siempre,
los ciudadanos de a pie que no tenemos un padrino poderoso que nos apoye y
ayude...
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Nunca he entendido por qué la atención dental no está
amparada por la Seguridad Social, como el resto de las especialidades de la
salud, porque un cardiólogo es gratis, un otorrino es gratis, un dermatólogo es
gratis, un urólogo es gratis, cualquier especialista de la salud es gratuito
(aparte de que existe también la medicina privada, pero quien no pueda o no
desee acudir a ella, ahí tiene a su disposición todo lo relativo a la salud,
completamente gratis)... ¡Ah!, menos los dentistas: a ésos hay que pagarles, si
quieres empastarte una muela o hacerte una prótesis. ¿Por qué? ¿Son los
dentistas más lindos que los demás especialistas? ¿Son mejores personas?
¿Tienen más derechos para cobrar que los demás facultativos? ¿Por qué ese
privilegio? He enviado cartas al Ministerio y a varias instituciones, y hasta a
algunas revistas, y ¡nada! Silencio en la noche, como el famoso tango. Me
gustaría que alguien con vergüenza que ocupe un cargo de importancia en alguna
de esas instituciones me diera alguna explicación creíble y convincente de por
qué los dentistas son, como una vez publiqué en La Envolvencia, “los
privilegiados de la salud pública”...
Augusto Lázaro
www.facebook.com/augusto.delatorrecasas
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