1
Una señora, muy
alterada, al bajarse del autobús se dirige a un agente de la policía y le
suelta:
--Agente,
agente, oiga... mire, me han robado el dinero... ahí en el autobús. Me lo han
robado...
El agente le
pregunta dónde tenía el dinero y la señora, nerviosa, mirando al autobús que ya
está lejos, le dice:
--Bueno,
agente, yo... yo lo tenía aquí –y le señala el interior de su busto.
--¿Y no sintió
una mano en su busto, señora, cuando le robaban el dinero?
La señora, algo
avergonzada, mira al agente y le confiesa:
--Bueno, mire,
señor agente, es que... sí sentí una mano que se metía entre mis senos, pero...
es que pensé que tenía otras intenciones...
2
Don Iluminado
de la Luz Clara y Bengochea es una persona simpática que cae bien a todo el
mundo. Buen carácter y sonrisa que jamás se opaca ante ninguna circunstancia.
Cuando don Iluminado entra en el bar, se le acercan y lo rodean, a ver con qué
se aparece, porque eso es otra cosa: siempre tiene algo que contar, y con
chispa.
--Pues sí,
amigos, como se los cuento: el hombre es tan aficionado al fútbol que ya van
tres las mujeres que lo dejan...
--¿Y eso por
qué, don Lumi?
--Pues
porque... oigan esto: en plena temporada, cuando se sienta con su pareja de
turno a ver la tele (en este caso un partido de fútbol) y ella siente deseos
de... de eso mismo que ustedes están pensando... pues, el hombre la mira, mira
al televisor, y le dice: “mujer, ahora no, que estoy viendo el partido”... y
ante esa reacción tan elocuente sobre lo que es tan importante para él, la
mujer se retira a su dormitorio pensando en buscar un sustituto, porque le dice
a sus amigas, una de las cuales me lo ha contado, que: “chicas, la verdad que a
este hombre yo creo que con lo único que se le levanta es con un gol”...
3
En un caserío
cercano a las vegas de tabaco de San Luis, provincia de Pinar del Río, Cuba, en
la década de los 50, vivía un hombre tosco pero simpático, que de lejos parecía
algo tonto y de cerca lo era, al que los diablillos le hacían bromas para
reírse a su costa, lo que al bueno de Kolinos (ese era su nombre) le divertía:
“es que me quieren”, decía a los curiosos. Dos anécdotas suyas acreditan que de
tonto realmente tenía muy pocos pelos...
Kolinos se
paraba en una esquina del camino, esperando al punto que siempre aparecía y
picaba. El punto, que venía con otros cúmbilas para burlarse del “ignorante”,
le ofrecía a Kolinos dos monedas, una grande y otra pequeña. La pequeña era de
10 centavos y la grande de 5.
--Kolinos,
mira, aquí tienes dos monedas, ¿cuál prefieres?
Kolinos sin
vacilar cogía la más grande, o sea, la de menos valor (5 centavos), rechazando
la pequeña, de 10 centavos. Los jodedores se reían y se burlaban, retirándose y
volviendo la cabeza con sus carcajadas a distancia. Un vecino le preguntó un
día a Kolinos al respecto y éste le dijo:
--Muchacho, si
cojo la moneda de 10 centavos nadie más me va a dar nada, pero si la que cojo
es la de 5, se corre el rumor y vienen más para presenciar el espectáculo del
tonto cogiendo la moneda de menos valor...
Otro día un
curioso provocó a Kolinos, achuchado por los jodedores del caserío, que le
habían dicho que el hombre prefería las yeguas a las mujeres. Este, enterado de
la habladuría, decidió darles un escarmiento.
--Ven acá,
Kolinos, ¿es cierto que tú prefieres a las yeguas en lugar de las mujeres?
--Pues sí,
muchacho, así es: prefiero las yeguas.
--Pero,
Kolinos... bueno, ¿y por que prefieres a las yeguas?
Entonces
Kolinos, pensando que era él quien estaba tomándole el pelo al listillo
enviado, contestó con mucha circunstancia:
--Bueno,
muchacho, pues prefiero las yeguas porque... porque no hay que mantenerlas...
(y soltó una carcajada que se oyó en el poblado cercano)...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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