¿Quiere usted ser carterista? Sí, ha leído bien: carterista.
Esos tipos que se dedican a meter las manos en los bolsillos ajenos y extraer
sus carteras donde siempre hay dinero en efectivo contante, aunque no sonante.
Y dije tipos, porque eso era lo usual. Ya no. Ahora también hay tipas (o sea,
mujeres carteristas) como las bosnias esas a las que un juez prohibió su
entrada en el Metro por la comisión reiteradísima de ese delito, pero otro
juez, más justo y comprensivo, claro, las volvió a autorizar, aduciendo en su
defensa de la ley (la sacrosanta ley) que esas muchachas bosnias, pobrecillas,
tenían derecho a usar ese transporte público, y ¿cómo iba a ser posible
privarlas de ese derecho sancionado por las cortes y refrendado por la
Constitución (la también sacrosanta constitución española)?
Pues sí, como lo oye: ser carterista es un trabajo honrado
para algunos jueces, aunque usted no lo crea. ¿Por qué razón –argumentan- unas
pobres muchachitas inocentes no van a
tener derecho a quitarle a esos caballeros trajeados y rozagantes de salud y
bienestar sus carteras repletas de billetes, y con ellos mejorar su birria
situación económica y al menos poder comer caliente mientras no se les termine
el dinero sustraído tan honradamente? Nada, que usted tiene que decidirse y no
pensarlo tanto. En definitivas, en caso de que lo pillen no le pasará
absolutamente nada. Eso sí, le quitarán la cartera obtenida con tanto esfuerzo
en el Metro o en cualquier otra aglomeración humana, le darán una palmadita en
la espalda, y le dirán: “eso no se hace, eso está mal hecho... anda, lárgate
ahora mismo” y usted saldrá sin la cartera sustraída, pero un mal día lo tiene
cualquiera. Quizás la próxima vez tenga más suerte.
Si no se ha convencido con estos argumentos tan sólidos de
que el noble oficio de carterista va a mejorar su vida, hay otras opciones, no
se desespere. Por ejemplo: meterse a político. Sí señor. Claro, eso es más
difícil que la acción de cambiar de bolsillo una cartera ajena, pero eso sí:
trae muchos más dividendos. Usted no se imagina (o quizás sí) lo bien que viven
los políticos, a veces sin disparar un chícharo. Ah, no todos, claro, porque en
la viña del Señor también hay gente honrada, pero no me negará que la honradez
es una virtud que va cayendo en desuso, sobre todo en esos que se llaman padres
de la patria. Bueno, usted los ha visto, ha leído lo que se publica sobre
esos raros especímenes que se desviven por servir al pueblo y por sacrificarse
por esa patria con la que se enjuagan las bocas cada vez que la mencionan. Sí.
Pues adelante, no lo piense dos veces y... ¡a la política! Que eso es como la
gallina de los huevos de oro, vamos.
En fin, amig@, oficios decorosos los hay, y para escoger.
Usted tiene la llave de su futuro en sus manos. Haga de los malandrines que se
pasean por nuestras calles su ejemplo a seguir, conviértalos en sus ídolos,
siga sus actividades, cuente las veces que son detenidos y vueltos a poner en
libertad, y no lo piense más... ¡Ah!, pero si usted no cree tener el coraje
para darse a la labor, pues mire: hay otra salida: viva de la ayuda del Estado,
que siempre la encontrará en alguna vía. No es mucha, pero le permitirá vivir
sin trabajar y que los bobos que trabajan lo mantengan.
Vamos, que el trabajo embrutece, como dice el ilustre sociólogo
Niungol P. Mas, y nada hay tan placentero como sentarse en un parque a ver
pasar los inocentes que quizás no saben que alguien está echándoles el ojo para
dejarlos sin blanca en medio de la calle. Cuídese de no ser usted uno de ellos.
De los inocentes, claro...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es
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