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Caminando por las calles de Madrid me deleito mirando las muchachas (en flor) que pasean su belleza, su juventud tan llena de deseos de vivir, su despreocupación total hacia otro sentido que para ellas no tiene su dichosa existencia. Como es verano, casi todas llevan sandalias abiertas mostrando sus pies, y casi todas con las uñas de los pies pintadas en un coqueto lucimiento de pisadas rápidas, como si el mundo que van a conquistar se les escapara de su tiempo. Y la mayoría de ellas luciendo sus espléndidos cuerpos, sus carnes lisas y tersas, sus cabelleras sueltas, su donaire que no las abandona. Las miro con admiración: el mundo es suyo. Pero detengo mis ojos en muchas que llevan piercings, tatuajes (algunos incluso bonitos), vaqueros razgados que muestran rayas de su piel, y unas pocas cabellos tricolor. Y eso me apena. Porque pienso que es lástima de tanta bisutería ornamental: quien necesita llevar mucho por fuera... es que lleva poco por dentro...
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La vieja Europa en realidad tiene poco de que enorgullecerse y poco que enseñar al resto del mundo (su historia delata lo que siempre ha representado como colonizadora, guerrerista, anticuada, y otras yerbas que los países de América han olvidado, conservando su herencia
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Siempre que se hacen encuestas y/o listas de los actores y actrices más grandes o mejores de la historia del cine, los nombres que aparecen son de artistas de países de habla inglesa (Estados Unidos, Reino Unido, Australia) como si el llamado séptimo arte sólo existiera en esos países. Casi nunca aparece un nombre de Francia, Italia, Alemania, Rusia, Japón, Argentina (por citar los ejemplos más destacados en la cinematografía universal), cuyas trayectorias deberían poder competir por esa suerte de selección de grandes y mejores. Pero lo más triste es que eso sucede por una razón económica: los artistas de cine más conocidos son aquellos de los países de una economía que puede permitirse promocionar sus obras por todo el mundo, inundando el planeta de nombres que son hiperconocidos en todas partes, como Marlon Brando, Katharine Hepburn, Lawrence Olivier, Nicole Kidman, Paul Newman, Meryl Streep, etc. Esos "pobres" actores y actrices de Francia, Italia, Alemania, Rusia, Japón, Argentina, cuya calidad es indiscutible, y cuyos nombres no pudieran obviarse en la historia del celuloide, apenas son conocidos por un pequeño grupo de elegidos o críticos de ese arte moderno, y no aparecen jamás en esa honorable lista de grandes intérpretes universales. Y no hay dudas, para quien conozca un poco sobre cine, de que de esos países pudieran aparecer muchos nombres de figuras cinematográficas que nada tendrían que envidiar a las grandes glorias del séptimo arte procedentes del mundo de habla inglesa...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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