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Darse de baja de algún contrato de telefonía móvil con
cualquier empresa es algo realmente tortuoso y casi heroico, para lo cual se
necesita tener algo más que paciencia de gato para pasarse una hora con el
teléfono pegado a la oreja, discutiendo con máquinas que no pueden entender
nuestras razones, y que en el fondo no es más que un truco de esas empresas
para ponerle al infeliz su intención de la baja tan difícil que los hay (y yo
conozco a algunos) que con tal de no enfermarse de los nervios o de pescar
alguna otra dolencia peor, se tranzan por continuar con el servicio del que
quieren prescindir. Me pregunto por qué las operadoras de telefonía móvil no
atienden mejor a sus clientes, procurándoles la baja en cualquiera de sus
múltiples oficinas, y así todos seríamos más felices y agradeceríamos a esas
empresas la “amabilidad” que han tenido con nosotros al permitirnos no consumir
bromazepán ni perder tanto tiempo intentando que nos acepten lo que tenemos
todo el derecho del mundo: algo tan simple como darnos de baja del servicio
contratado. En definitivas, nos van a cobrar la penalización, otro de los
engendros diabólicos que padecemos los consumidores abandonados a nuestra
(mala) suerte por aquellos que deberían ocuparse más de que estas cosas tan absurdas
no nos sucedieran y no estuvieran permitidas...
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Si usted es de los desesperados que están dispuestos a pasar
una noche en vela al aire libre (aunque la tempe esté bajo cero) para ser de
los primeros en entrar a cualquier tienda que comience ese día las rebajas, le
sugiero que no se apure tanto, porque en poco tiempo (y tengo amigos que han
pasado por esa experiencia) esos productos que usted piensa adquirir
ahorrándose la frustración de no encontrarlos más tarde (¡ay, ingenuidad
humana! –los animales no la padecen, son más inteligentes-) estarán muriéndose
de tedio en los estantes de esas mismas tiendas, a su precio normal, que por
cierto, ¿se ha preguntado alguna vez lo que yo me pregunté la primera vez que
conocí las rebajas en este país? Pues oiga, la cosa fue que yo me dije:
caramba, si vendiendo estos productos con semejantes y tentadoras rebajas,
ganan... porque lo que es perder ninguna empresa va a perder... entonces,
¿cuánto ganan cuando venden esos productos a su precio digamos normal? ¡Ah, Catana!
Pues como todo en esta vida es según la dioptría, esto de las rebajas me parece
otro truco empresarial (por algo las empresas son millonarias, y seguro que no
es por perder vendiendo sus productos a “bajo precio” ni mucho menos por
regalarlos con esas ofertas que brindan para que los (...) se “enganchen” y
acudan en masa, como usted ha hecho en varias ocasiones. No, amigo, nadie
regala nada, ninguna tienda vende nada perdiendo dinero, ni sueñe con eso, así
que duerma plácidamente sin hacer la madrugada en una acera tiritando hasta que
lleguen las 09.00 y la dichosa tienda abra con sus encantadoras rebajas. Su
salud se lo agradecerá. Y quizás su bolsillo también...
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Se dice que los españoles inventaron la siesta. Como nadie
ha desmentido tal afirmación la doy por cierta. Lo que no doy por cierto es que
las personas llamadas mayores (viejos para mejor entendimiento y razón)
necesiten dormir menos que los niños y los jóvenes, o si acaso los “maduros”
como también suele llamarse a quienes sobrepasan los TAS (o sea, treinTA,
cuarenTA, cincuenTA, etc.). Lo digo porque conozco a uno de esos “viejitos”
(tiene según él la hermosa edad de 89 añitos al parecer bien vividos) que
duerme... ¡16 horas diarias! Sí señor. Lo sé porque él mismo me lo dijo y además
me dijo que había sido él en persona quien había inventado la siesta triple.
¿Cómo es eso?, le pregunté. Y me detalló lo que me hizo saber la cantidad de
horas que dormía el hombre cada día de su ya larga vida:
--Pues mira: me acuesto a las 10 cada noche y me levanto a
las 10 de la mañana. ¿Qué coño voy a hacer levantado si no tengo nada que
hacer? (ya van 12 horas de un tirón). Voy a desayunar a la calle y al regreso,
alrededor del mediodía, me tiro en la cama y me echo unas 2 horitas más (y ya
van 14). A eso de las dos y media me levanto, meriendo algo suave para
apaciguar la tripa, y con la pancita llena me entra sueño y cataplún, a la cama
de nuevo y una horita que no viene nada mal, ¿verdad? (y llegamos a las 15). Y
luego, antes de cenar, me entra la corcomilla y le doy otro descanso al cuerpo
de otra horita (con lo que llegamos a las dichosas 16) hasta que me levanto, me
pongo a ver la tele y me entra el sueño alrededor de las 10, a veces más tarde,
y...
Y eso. El hombre se dispara 16 horas diarias durmiendo. Para
el libro Guinnes, al menos de los humanos, porque los koalas duermen 20 horas y
a ésos no hay ser humano que les gane, a no ser que esté en hibernación,
esperando que la ciencia descubra el secreto de vivir eternamente para que lo
despierten y seguir así viviendo... digo, ¡durmiendo!, que no es lo mismo,
aunque lo parezca...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
www.facebook.com/augusto.delatorrecasas
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