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Con las primeras brisas del otoño las calles se pueblan de jerseys, de chalecos abiertos, de lanas y paños que protegen del viento tan molesto que ahora se pega algo frío a la piel de los rostros, ya la única parte de los cuerpos que se van dejando ver, aunque todavía algún que otro calorcillo mantiene algunas vistas. Se irán terminando los pies desnudos de las muchachas y de algunos hombres, los shorts apretados, las sandalias abiertas, las blusas sin mangas, la piel que se veía al vuelo irá desapareciendo para ocultarse en ropas más cubridoras de lo que cada cual mostraba al aire hasta hace unas semanas. El otoño nos priva, por tanto, de apreciar las bellezas a pura carne expuesta, y sólo nos deja la visión fugaz y rudimentaria de rostros y cabellos, de manos, y de nada más. Tengo un amigo lejano que me confesó que no le gusta el invierno, entre otras cosas, precisamente porque oculta lo que es bello y se puede apreciar a simple vista en las muchachas que pasean por las calles muy pobladas. No es nada obsceno confesar el gusto por la belleza femenina. Pienso que sin ella, la vida, ya de por sí tan desgarrante, sería, además de aburrida, insoportable...
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En mi anterior entrada hablaba de la vida de un hombre cualquiera (claro que basaba mi observación en alguien que existe y vive tal como lo describí) que llegando a esa "hermosa" edad a la que algunos llaman "tercera" y otros más directos "provecta", y unos pocos realmente sinceros califican de vejez, no sabe qué hacer con su tiempo (cosa muy triste) y las horas del día le parecen eternas. Quizás por eso esas personas "mayores" se tiran en sus camas y se quedan dormidas más tiempo del necesario para sus edades, tal vez pensando que pudieran tener otra vida, o mirando los cielorrasos con la ilusión de que se hallan en un sueño del que despertarán muy pronto con otra realidad y así podrán disfrutar de esa vida que se les está escapando casi sin darse cuenta. Pero la vida, su vida, no va a cambiar, y entonces surgen, lamentablemente, aquellas palabras de Jorge Luis Borges que machacan a la tercera edad: "la espantosa humillación de envejecer"...
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Pero la vida sigue y puede ser hermosa todavía, aunque al detenernos y observar la energía y los deseos de vivir de esos jóvenes que se lanzan a "comerse" el mundo, sintamos la nostalgia inevitable y los recuerdos nos envuelvan en una especie de sopor donde pasan, como escenas cinematográficas, los mejores años que hemos vivido, y por supuesto, con cierta tristeza tengamos que pensar en cuántas cosas hemos hecho que hubiéramos hecho de otro modo y que ya no pueden ofrecernos una segunda oportunidad de acometerlas. La vida sigue y a pesar de todo, con mucha o poca edad, estoy seguro, puede ser hermosa todavía. De nosotros depende que lo sea...
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
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