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lunes, 27 de febrero de 2017

ESTAFADOS

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Ultimamente la sobrecarga de anuncios publicitarios lo único que provoca, al menos en los consumidores de pantallas que no sean idiotas, es rechazo. No respetan las medidas vigentes sobre el tiempo que pueden destinar a los anuncios en la TV. Cortan películas y series en el momento en que les da la gana, y si es una película, cuando sólo faltan 5 minutos los interrumpen al menos 2 veces para lanzarnos un bloque de anuncios. Otras veces, recién comenzada la película, la parten en cualquier momento para ponernos un bloque de anuncios. En los móviles pasa otro tanto. Y lo peor: el zapping que antes podíamos hacer ya no sirve, pues las teles se ponen de acuerdo para trasmitir los mismos anuncios en la mayoría de los canales. Es un asco. Y el televidente se siente impotente, pues a nadie le interesa solucionar este problema. Al paso que vamos, dentro de una década, o quizás antes, lo que veremos en la TV será anuncios y un poquito de películas o series. Pues allá el que quiera dispararse semejantes bodrios...

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Sí, amigo, usted es un estafado. Cuando ud compra digamos un ordenador (computadora) paga el precio por una pantalla que puede tener 15 pulgadas, o sea, que tiene derecho a disfrutar de esas 15 pulgadas cuando use el equipo por el que ha pagado digamos €600.00... Pues no señor: de esas 15 pulgadas casi siempre podrá usar la mitad, porque la otra mitad estará (también casi siempre) ocupada por anuncios publicitarios que ud no desea ni le interesan y que estorban en las páginas web que ud haya elegido para ver. Incluso hay anuncios impertinentes que a pesar de marcar la X que supone la eliminación de esa publicidad, vuelve a aparecer a los pocos segundos y tiene que puntear varias veces con el ratón esa X para al fin librarse del anuncio indeseado e indeseable. Realmente debería exigir que cuando compre el equipo le rebajen el 50% del precio, ya que ud no va a pagar por ver anuncios, sino por poder usar a plenitud un equipo que para el tiempo que llevamos resulta demasiado caro. Eso, en cualquier país decente, se llama estafa. Aquí le ponen otro nombre, pero es el mismo perro...


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Cuando un centro comercial vende sus productos, artículos o equipos con un 50% de rebaja, GANA en esa venta, pues ninguna empresa vende sus productos perdiendo dinero. Si con un 50% menos gana, imagínate cuánto ganarán cuando ese producto se venda a su precio normal. Podría seguir mencionando las mil y una maneras de estafarnos que tienen los mercados y hasta las instituciones, pero eso merecería otro artículo y ya no tengo deseos de seguir machacándome con realidades que han sido aceptadas pacíficamente por la población como algo natural e imposible de cambiar. Así que como dice la canción cubana: “hasta mañana, vida mía”, y resígnate a que siempre vas a ser nada más que un estafado. Pero consuélate pensando que no eres tú solo, que todos somos unos estafados por las triquiñuelas del llamado “marketing”. Bueno, alguien dijo que la democracia es el menos malo de los sistemas sociales y políticos que existen. Después de todo, en Corea del Norte viven mucho peor, ¿verdad?


Augusto Lázaro

lunes, 20 de febrero de 2017

Y A PESAR DE TODO... VIVIMOS

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Me pregunto cada día al despertarme cómo es posible que haya llegado a la edad que tengo, en un mundo en que la vida de un ser humano cada vez vale menos y al mismo tiempo se rodea de más y nuevos peligros que lo acechan: sobrevivir “para contarlo” ya va resultando una verdadera proeza. Por eso me asombro cuando se publica que en el país tal hay un señor que ha cumplido nada menos que 116 años, y lo mejor, con lucidez y sin demasiados achaques ni enfermedades como sería lógico a esa larga edad. ¿Será que algunos terrícolas se están volviendo inmunes a las desgracias, peligros y enfermedades que los rodean? Porque esos longevos que salen en los medios que han rebasado la centuria, casi siempre suelen ser de países pobres o empobrecidos que no figuran en ninguna lista de los grandes desarrollados que celebran en Suiza sus numerosas reuniones y ágapes fastuosos para congraciarse con ellos mismos al haber logrado tantos y tales triunfos a pesar de la situación caótica del mundo en general...

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Me he preguntado y le he preguntado a personas que conozco que rebasan los 90 si antes la gente se enfermaba tanto como ahora. Sus respuestas son tan variadas como interesantes:

--es que antes no teníamos los medios que tenemos hoy y no nos enterábamos...
--bueno, antes la vida era más saludable, el aire más puro, los alimentos más naturales, no se comía tanta basura como ahora, no había tantos vehículos enviciando el espacio urbano, fíjese que los campesinos, lejos del mundanal, como decía ese escritor que no recuerdo su nombre, viven mucho mejor y más saludables que nosotros los que vivimos en grandes ciudades llenas de polvo, basuras, aire contaminado como dicen, y todo eso...
--yo creo que antes era lo mismo que ahora, siempre la gente se ha enfermado, y antes se morían más, porque las medicinas y la ciencia no estaban tan adelantados como ahora...
--¿no será que ahora somos muchos más y por eso cuado usted acude a una consulta ve más gente esperando?
--y quizás también que haya menos facultativos para atender a tantos pacientes y por eso usted ve tanta gente en las consultas esperando...

Y así más respuestas, muy amables, y con cierta filosofía que alcanzan quienes llegan a esa edad que todavía no he llegado a descifrar si es en verdad maravillosa, como dicen esas revistas para “la tercera edad” o si es un infierno disimulado por las informaciones sobre las actividades que pueden realizar las personas que ya pasan de esa edad en que se comienza a soñar despierto y a añorar un pasado que sabemos que nunca podremos repetir...

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No obstante, hay quien no se cansa de repetir que “la vida es hermosa todavía”, provocando discusiones en bares y otros sitios donde la población descansa y bebe, pero sea cierto o no que la vida es hermosa (sobre todo para una minoría poderosa y rica), de lo que estoy convencidísimo es de que lo único (LO UNICO) que no debemos hacer, por inútil, es lamentarnos de la suerte que nos ha tocado a cada uno, seguir adelante con achaques y molestias, hasta que tengamos que repetir aquellas palabras tan sabias y pintorescas que me decía mi vecino cubano don Francisco Santa Cruz-Pacheco Riverí, cuando regresaba a mi casa, colindante con la suya, y le preguntaba “¿y qué tal, don Francisco?” Su respuesta era tajante: “pues aquí, mijo, esperando el carrito”...

Augusto Lázaro



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lunes, 13 de febrero de 2017

TENER Y DESEAR

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Me gustaría poder escribir como lo hacen algunas amistades que tengo vía Facebook, cuyos mensajes siempre son positivos, optimistas, llenos al parecer de ese amor a la vida que tanto necesitamos (re)activar en nuestras emociones y en nuestro estilo de vida. Hablar de pájaros que trinan al clarear el día, en los árboles que desde mi ventana puedo ver al levantarme cada amanecer, de niños rozagantes jugando en los parques con sus juguetes o amiguitos, o sus perros, riéndose siempre, como si la vida que les espera fuera un jardín lleno de flores de todos los colores del espectro, de que en el mundo reina la paz y la fraternidad, de que las guerras sólo son un mal recuerdo de estos últimos siglos, de que todos los países tienen relaciones amistosas y nadie se pelea por una porción de tierra o mar, o un pozo de petróleo, o una manera de pensar y ver el mundo, de que cuando salgo a la calle siento deseos de abrazar a cuantos me pasan por delante, de besar a las muchachas que se divierten en sus citas y sólo piensan en el Carpe Diem (muy saludable, por cierto), de... en fin, cuánto me gustaría todo eso. ¡Cuánto! ¡Ah! Pero como decía Heberto Padilla en uno de sus poemas de aquel libro que tanta tela descosió en los medios de medio mundo (Fuera del Juego): “pero la vida era otra cosa”... Y no hacemos nada con lamentarlo, pero es cierto: todo lo que dije sólo son deseos e ilusiones, porque... LA VIDA ES OTRA COSA...

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Mi mamá me cantaba canciones infantiles que ella oía en un programa radial cuando en mi casa ese era el único aparato eléctrico (además de la luz) que había. Me cantaba una que decía que un patito se había enamorado de una amapola, pero que la flor estaba alto alto alto, y el pobre animalito sólo era eso: un patito chiquitito y nada más... Ya en la adolescencia escuché otra canción que esta vez me dejó más asombrado aún: Miguel Aceves Mejía cantaba, no sé si una ranchera o un corrido, que entre otras cosas decía:

El amor del hombre pobre

Es como el del gallo enano:
En querer y no alcanzar
Se le pasa todo el año...

Las dos canciones citadas, que parecen tonterías, contienen sin embargo el resumen de lo que es realmente la vida para cualquier ser humano: el empeño en llegar lejos, más lejos, más alto, y de tener lo que no se tiene o no puede tenerse. Esa es la lucha que mi mente casi todavía infantil se grabó para siempre en su pequeño cerebro buscador de cosas nuevas que lo pusieran a pensar. Si ustedes examinan ambos textos, no se quedarán indiferentes...

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Cuentan las leyendas apócrifas que el hombre de las cavernas progresó a partir del día en que un matrimonio se asomó a su cueva y la mujer le dijo al marido que se fijara en la cueva del frente, lo grande y cómoda que parecía, mientras ellos tenían que acomodarse en un espacio que apenas les alcanzaba para comer y descansar. Si el hombre no hubiera aspirado a mejorar, a tener mejores cosas que le permitieran vivir mejor, todavía estaríamos en las cavernas y con taparrabos, articulando ruidos con la boca que sólo entendían ellos mismos... De ahí nació la ambición de no conformarse con lo que se tiene y desear siempre tener más. Pero cuando, a pesar de tener muchas cosas, el hombre moderno desea tener más, surge la complicación de la lucha entre el deseo de TENER y la realidad de NO PODER TENER todo lo que se quiere. En esa lucha brilla (y brillará por siempre) la desigualdad humana que permite que unos tengan mucho (algunos demasiado) y otros tengan poco (algunos casi nada) sin igualdad ni justicia, porque ambas cosas no existen ni existirán jamás, por muy buenas intenciones que nuestros políticos se empeñen en vendernos como su razón de ser (la de quienes gobiernen, dirijan y controlen nuestras vidas). Es injusto, lo sabemos, pero ¿debe el hombre desear siempre tener más y más? ¿O debe conformarse con ver a Nadal, por ejemplo, disfrutar de un flamante yate de 15 millones de euros al que un simple mortal no puede ni siquiera soñar?...

Augusto Lázaro


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lunes, 6 de febrero de 2017

LOS OJOS QUE NO QUIEREN VER

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Otra personalidad artística que deja las redes sociales (o que nunca estuvo en ellas): Jennifer Aniston. Cada día son más las personalidades que declaran no estar conectados a ninguna red, casi todos sin explicar por qué, como Julia Roberts. Carlos Alsina dice en un artículo al respecto que en las redes sociales el 90% de sus contenidos se limita a 3 cosas: política, asuntos personales que a nadie interesan más que a sus protagonistas, y tonterías. Muchas tonterías. Revisando los contenidos de algunas redes (yo estuve en Twitter y ahora me mantengo, yo mismo no sé por qué, en Faacebook, además he visto algunas otras “por arribita”) me parece que a Alsina le faltó una de las principales aportaciones que también pueden encontrarse en las redes: los insultos, a veces sin ningún respeto a la (o las) persona insultada. Unos reciben respuestas, convirtiendo la red en que se “pelean” en verdaderas corralas que ensucian lo que podría servir para la ilustración o información de sus usuarios, otros simplemente no contestan e ignoran al (o los) insultante que se derrite en su detritus, que para mí es la mejor forma de tratar a estos especimenes que pululan en esas creaciones que no se hicieron para semejantes encontronazos inútiles y groseros. Ojalá que esto no termine “como la fiesta de El Guatao”, dicho “a lo cubano”. Porque de seguir así, mejor sería sentarse en un parque a disfrutar del paisaje urbano y social... de ser posible...

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La mal llamada justicia española tiene tela para la literatura. No voy a nombrar las veces que algún magistrado deja libre a personas que en cualquier otro país se pudrirían entre rejas hasta el día de su muerte, porque sería aburrir a quien me lea, pero basta citar un par de casos recientes (¿recientes?) para comprender de un tirón el enorme desamparo que tenemos los de a Metro ante lo que debería ser, según aquellas infelices y cínicas palabras del anterior monarca: “la ley es igual para todos” que en algunos como el Menda provocaron carcajadas primero y lágrimas después. Los dos casos son simples: ¿por qué los Pujol no están en la cárcel? ¿Estarán algún día o la Justicia está esperando que sus delitos prescriban para que salgan de rositas de maíz (palomitas), paseando sus timbales como dueños y señores de Cataluña y yo diría que de parte de España? Y el caso del famoso y lamentable accidente del Yak 42 ocurrido en 2003 donde murieron 68 españoles: se mantuvo en silencio durante ¡13 años! Y al cabo de ese tiempo sale a la luz, acusando al Partido Popular y a otros personajes de aquel momento, en nombre de las víctimas. ¿Por qué callaron durante 13 años y ahora lo sacan a la luz? Y nadie habla de eso. Como si todos se tragaran el anzuelo o picaran el misterio de esos 13 años de silencio en los cuales nadie se acordó de las víctimas ni reclamó justicia para ellas...

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El mundo revuelto y cada vez peor (perdónenme el pesimismo realista), y causa gracia ver cómo en este país se pierde el tiempo, ocupándonos de asuntos que, aunque algunos se empeñen en que van a afectarnos, no son más que pamplinas (asuntos internos y externos), como esas opiniones sobre todo lo malo que es el señor Trump, al que le achacan lo que realmente tiene de “malo” y muchas otras cosas que no tiene (¿cuántos lo han comparado con Hitler, como antes hicieron con otros presidentes de EEUU, también “htlerianos”?). Es curioso cómo cada vez que se menciona la maldad jamás se nombran los mayores genocidas de la Historia: Mao Tse-tung y Iosif Stalin, ambos por encima de Hitler en crímenes, sangre y muerte. Pero la “derecha” española, además de tonta y blandengue, carece por completo de iniciativa para hacer lo mismo que la izquierda: tomar la calle y los medios para una agit-pro que tanto necesitan, porque ya se sabe que a las masas hay que adoctrinarlas con mentiras que parezcan verdades, para que al final se lo traguen todo sin averiguar mucho lo que ven, leen y oyen. En fin, que estamos sentados en una bomba de tiempo y ojalá me equivoque, pero esto puede estallar en cualquier momento. Este mensaje de pesimismo lo que pretende es que esa situación no cristalice nunca, y el fantasma de la guerra sea apartado de una vez de nuestros diccionarios, y sobre todo, de nuestra mentalidad agresiva y violenta...

Augusto Lázaro



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