Powered By Blogger

domingo, 29 de junio de 2014

3 DEL LUNES ULTIMO

1
Genaro sale del edificio donde vive y se dirige a la parada del autobús 148. Sabe lo que le espera: pasarse 20, 25, hasta 30 minutos esperando, porque esta línea es, si no la peor, una de las 3 peores que circula en la ciudad de Madrid, para desgracia de quienes tienen que usarla diariamente. Genaro llega a la parada y se sienta. No le gusta esperar (como a casi todo el mundo) pero tiene que esperar, pues a donde va a almorzar no puede ir caminando, que ya el hombre pasa de los 70 y no está  para esos excesos. Genaro no fuma, ni siquiera tiene ese entretenimiento tan dañino y costoso, y no hay nadie en la parada con quien al menos lamentarse y rajar del servicio de transportes urbanos que está, cada día, según piensa, peor. Recuerda que hace unos días cuando estaba llegando a la parada vio que se acercaba el autobús. Día dichoso, exclamó para sí. Y Genaro sonrió: un día, un día en que el autobús llegó en menos de un minuto, casi lo pierde si no apura el paso. Pero eso fue hace varios días, y hoy el pobre Genaro está pensando, callado, sentado en el banquillo de la parada, en cómo podría encontrar un lugar donde comer tan cercano a su casa que no tuviera que pasarse parte de la vida que le queda ahí sentado, esperando que el dichoso autobús de la dichosa línea 148 le enseñe su morro en la distancia, porque Genaro está conciente de que por mucho que se tarde... en algún momento tiene que llegar el autobús y llevarlo al comedor, si todavía le queda el apetito que traía cuando salió de su casa y llegó a la parada y se sentó a esperar... como todos los días...
2

--¿Por quién vas a votar en las elecciones, Julián?
Julián no responde. Se queda pensando. No se le había ocurrido a quién podía ir a votar y ahora Gervasio se aparece con esa pregunta.
--Pues no sé. No sé a quién voy a votar. ¿Y tú?
Gervasio no responde. Se queda pensando. No se le había ocurrido a quién podía ir a votar, y le preguntó a Julián a ver qué le sacaba y quizás por su respuesta él se acordaría de algún candidato.
--¿Yo? Pues lo mismo que tú, no sé. No he pensado en ningún candidato.
--Pues pensándolo bien, yo creo que no hay ningún candidato que me llame la atención, porque cada vez que oigo a uno dice lo mismo que el otro, pero en contra.
--Caramba, Julián, no me había dado cuenta de ese detalle. Es cierto, todos dicen lo mismo, pero siempre en contra del adversario, o de los adversarios, porque cada día hay más partidos políticos.
Los dos amigos se quedan en silencio (cosa rara), hasta que uno de ellos se decide a invitar al otro (estas invitaciones suelen alternarse) al bar a echarse una cañita mientras siguen discutiendo. Ya en el bar, miran el televisor colocado en una esquina clave para que todos los parroquianos puedan verlo, y en su pantalla aparece la cara regordeta y sonriente de uno de los políticos postulados para esas elecciones. De pronto, con su caña en la mano, Julián mira a Gervasio y le suelta, muy serio:
--Pues oye, ya sé lo que voy a hacer: no voy a votar por nadie, a la mierda esos cantamañanas que sólo piensan en la mamandurria. Que los vote su abuela...
Y los dos se echan a reír, apartando sus ojos del televisor...

3

 ¿Se acuerdan de Clotilde Selástraga? Sí, la misma, la que se casó con Onésimo Bustamante (el Cojo Onésimo para sus íntimos), que ambos viven todavía juntos (milagro de la Naturaleza) en las estribaciones de La Gran Piedra en Santiago de Cuba, aparentemente en feliz matrimonio, envidia de vecinos y recreación de visitantes del centro turístico. Pues resulta que ahora La Cloti, como le dicen con cariño sus amigas telediáricas, es nada menos que la Administradora de la única bodega que existe en la zona. No sería noticia esta información si no fuera porque Clotilde, tan pronto tomó posesión del cargo, estableció un sistema de ventas y entregas de productos que posiblemente sea único en toda la isla. ¿En qué consiste su originalidad?, preguntarán los más curiosos (a los otros todo esto les importa un carajo). Pues puedo prometer y prometo que la próxima semana los sacaré de dudas con respecto al espectacular sistema en su recién estrenado cargo de Administradora estrella...

Augusto Lázaro
@augustodelatorr




domingo, 22 de junio de 2014

MARGARITA

Se llamaba Margarita. Era una asistente geriátrica que trabajaba en una residencia donde vivían alrededor de 100 personas mayores, calificativo algo hipócrita para no llamar viejos a quienes realmente son eso, viejos, sin tener que tomar esa palabra por ofensa. Pero la sociedad es hipócrita por naturaleza y todo lo transforma para darle menos dramatismo, como cuando dicen que "X falleció tras una larga y dolorosa enfermedad", y todo el mundo sabe que X padecía cáncer y su destino era la muerte, por muy avanzada que aparentemente está la ciencia moderna, sobre todo la que tienen los países ricos y no está al alcance de los pobres de esos países llamados "el tercer mundo"...
Margarita no era la  mejor trabajadora del país, ni de la ciudad donde vivía, ni siquiera de la residencia donde trabajaba. Había otras que la superaban, y también otras que no podían comparársele en disciplina, profesionalismo, puntualidad, y sobre todo, trato a las personas que atendía, a pesar de vivir en un poblado bastante lejos de la capital, a donde tenía que trasladarse diariamente en ida y vuelta, en un recorrido que le robaba una parte importante de su tiempo, de su vida diaria. Tenía al menos la suerte de no ser madre. Todavía...
En su trato diario con los mayores Margarita encontró un aliciente para vivir en una sociedad hostil en la que mucho le había costado abrirse paso: había tenido que dejar su país por la miseria que la amenazaba, como a tantos de sus compatriotas que habían llegado al Primer Mundo llenos de esperanza y con deseos de trabajar y ganarse, a pulso, el derecho a vivir en una sociedad más justa y promisoria. Margarita era una de tantas, y se desenvolvía más o menos bien... pero (los peros malditos) tuvo algunos rifirrafes con varios de los vecinos de la residencia, quizás porque no había aprendido a ser hipócrita y siempre decía la verdad, ignorando que no siempre debe decirse la verdad. También rozaduras con algunas de sus compañeras (nativas) de trabajo, porque las había que no la miraban con buen ojo, a pesar de que ella no las miraba a ellas con ninguna manifestación de rechazo. Margarita era, como casi todas las latinas, trabajadora, de buen carácter (con sus prontos raras veces expulsados), agradable, simpática, cariñosa, y...
Pero su vida en la residencia no la hacía del todo feliz: le gustaba su trabajo y le gustaba tratar a esos ancianos que en su mayoría se llevaban bien con ella y la querían, demostrándoselo cada cual a su manera, mientras ella se regocijaba cuando tenía que ayudar a alguno (o alguna) a hacerse cosas que por sí mismos no podían. Pero en la residencia, como en todas partes en este mundo tan ficticio, había personas que no la tragaban, personas que se encargaron de irle haciendo la vida más difícil cada vez. Hasta que un día ella perdió los estribos y se encaró duramente con una señora que la odiaba sin que pudiera explicarse el por qué, y la señora acudió al director de su empresa a quejarse en términos de ultimátum, informándolo de lo que según su versión había sucedido:
--Esa chica me ha insultado, me dijo incluso que yo apestaba porque no me duchaba diariamente, y no sigo porque...
y la señora casi se echó a llorar, quizás haciendo un gran esfuerzo por provocar la salida de unas lágrimas que estaba muy lejos de tener que derramar...
A Margarita la castigaron: 3 meses sin empleo y sin sueldo, y con un expediente hasta ese momento sin tachas, alterado para toda su vida por haber “ofendido” tan irresponsablemente a la buena señora cuya acusación no fue impugnada por los miembros del Consejo de Dirección de la empresa que tomaron la medida casi sin oír la versión de Margarita, que salió de la reunión donde se discutió su “actitud irrespetuosa e inadmisible en el tratamiento que una asistente debe mantener con personas mayores”... con el mundo cayéndosele encima...
El tiempo (no) lo cura todo, como dice el refrán. Margarita perdió su trabajo y lentamente se fue deteriorando, hasta que una mañana de sol bravo, cayó como una bomba la noticia: Margarita se había suicidado, abrumada sin consuelo por una fuerte depresión que la llevó, posiblemente sin meditarlo, a quitarse la vida y así quizás salir de todos sus problemas, que eran tantos que lograron aplastar su entereza y llevarla a la fatal decisión. Dejó un esposo tan afectado que cayó enseguida, también, en un estado depresivo que lo obligó a internarse en una clínica para recuperar la natural estabilidad emocional que siempre había mostrado...
Margarita no pudo con su adversidad. Sobre todo no pudo comprender que tenía 3 defectos que esa sociedad no podía soportar: era mujer, era negra, y era extranjera, en un país machista, racista y xenófobo... no cabía esperar otra salida para ella y para muchas que equivocaron su itinerario y arribaron a las costas de este Primer Mundo tan opulento y tan hipócrita, capaz de aplastar los sueños de cualquiera que tenga el atrevimiento de pensar que una vida mejor es posible...

Augusto Lázaro

@augustodelatorr

domingo, 15 de junio de 2014

LA CAMA Y OTROS MENESTERES

I

el gran descubrimiento

Dos viajeros en un autobús urbano:
--Pues como te digo, estoy contentísimo de haberlo descubierto.
--¿Y cómo lo descubriste?
--Bueno, en realidad fue Carola la que me hizo descubrirlo.
--Cuéntame.
--Pues mira: cuando la conocí en casa de Roberto, que estábamos allí todos viendo un partido, ella me preguntó al final si me apetecía irnos a un concierto de rock en la plazoleta, cerca de allí... y claro, como me gustaba la tía, pues fuimos... y fue allí, en el concierto, que me di cuenta, gracias al entusiasmo de Carola, de que la vida tenía otras cosas además del fútbol.
--Vaya sorpresa, caramba.
--Pues sí señor. Y a partir de esa noche, con Carola o solo, voy descubriendo las cosas que me había perdido hasta ahora...

II

la cama, ¿remedio de todos los males?

No recuerdo la primera vez que oí esa frase (quizás la leí) y me gustó tanto que nunca la he olvidado. Pero el tiempo se encargó de que profundizara más en ella y descubriera que la cama no es sólo un remedio, sino que también puede resultar un problema en algunas circunstancias si no se encuentra en ella el objetivo que se espera alcanzar. Por ejemplo: una relación insatisfactoria con la pareja: cuando sale mal, la cama se convierte en un infierno al que se maldice y se recuerda con odio. Y fui descubriendo con la edad que la cama tiene tantas posibilidades, positivas y negativas, que llega el momento en que la chola comienza a calentarse y entonces no queda más remedio que (SI) tirarse en la cama y así encontrar en ella el ídem para ese mal a veces incurable que es romperse el coco intentando descubrir por dónde le entra el agua...

III

en el bar, ahogando las penas

Pero lo que no saben o no han descubierto todavía aquellos que primero olvidan la dirección de donde viven que la del bar de sus consuelos etílicos (donde además beben algunos para alegrarse, otros para ver el fútbol, y los más para gustar de una caña bien fría o de alguna copita de su vino preferido)... es que las penas, las muy putas,
han aprendido a nadar... y aquellos tiempos en que se bebía para olvidar han pasado a ser sólo recuerdos olvidados otrora en los tragos que ahora lo que logran es hacer recordar con más brío y quizás comprender los errores cometidos dentro o fuera de ese recinto casi elevado a la categoría de iglesia, pagoda, mezquita, o sede de cualquier otra religión habida y en vísperas de ser creada (como los nuevos partidos políticos)...

Augusto Lázaro
@augustodelatorr


domingo, 8 de junio de 2014

ESCRIBIR... ¡AY!

Escribir: se ha definido tanto esta palabra que ya no se sabe qué es en realidad escribir. Han dicho, entre infinidad de otras cosas, que escribir es:

--oficio de solitarios
--arte de las palabras
--expresión escrita
--pérdida de tiempo
--trabajo inútil
--renuncia a todo lo demás
--esfuerzo tonto
--dedicación absoluta
--hobby de vagos
--cosa de maricones

y etc. Como soy escritor (o creo serlo, porque a veces lo dudo), aunque no dedico mucho tiempo a ejercer ese oficio, intento identificarme con alguno de los 10 anteriores calificativos, o con otros que no aparecen porque sería una lista demasiado larga, y porque habrá muchísimas más definiciones que desconozco, y confieso que no me siento afín a ninguna de ésas, y además confieso que tampoco he descubierto cómo podría llamarse a esta profesión, trabajo, oficio, entretenimiento, dedicación, etc., a la que algún tiempo cada día me dedico, y no todos los días, porque en eso no soy muy adicto a sentarme frente a la pantalla en blanco y permanecer dando tecla durante 2 o 4 horitas, que empleo en otras cosas que considero tan o más importantes que soltar lo que tengo dentro para que sólo me lean 4 gatos...

¿Que por qué sigo escribiendo si pienso lo que acabo de decir? ¡Ah! Pues la respuesta tiene dos caminos: 1) yo mismo no lo sé, 2) por costumbre y nada más, porque hace mucho rato que dejé de aspirar al Premio Nobel (ni siquiera al de la Comunidad de Navarra que paga unos... no sé cuántos euros en su certamen anual)... Pues eso, que la costumbre, al igual que los vicios, es muy difícil de superar. Además, dando tecla cada día "mato" esos ratos en que te sientas y te pones a pensar ¿qué me falta hoy por hacer?, y entonces te acuerdas y ¡bingo!, ya: ponerme a escribir tonterías para los cuatro gatos que me son tan fieles que cuando leen algo mío se creen que están leyendo a Thomas Mann, los pobrecillos. ¡Cómo los quiero! Y así sucesivamente, creo que escribir es para mí como el chocolate, que cuando no lo consumo me parece que la vida se me escapa en la respiración anhelante del disfrute. O sea, queridos lectores, que hay cosas en la vida (y quizás en la muerte) que, como el ole, no tienen explicación. Por mucho que uno mismo se rompa el coco intentando descifrar el intríngulis... Cómo me gusta esa palabrita...

Augusto Lázaro
@augustodelatorr



domingo, 1 de junio de 2014

LOS JEFES VITALICIOS

Leyendo una entrevista a Carlos Alberto Montaner, hace unas semanas, descubrí que yo no sabía quién es el presidente de Suiza, la “llamada” Confederación Helvética. Le dije que eso me parecía genial, y que precisamente el hecho de no saber quién es el jefe de un país demuestra que ese país marcha bien, libre de caer en el caudillismo, en el endiosamiento del líder que tanto daño ha hecho y hace a los países donde la megalomanía del “gran conductor” ocasiona la ruina, la miseria, el hambre y el sometimiento a la dictadura de una ideología fracasada, además de totalmente desprestigiada en todo el mundo.

Los caudillos endiosados o megalómanos se parecen tanto que apenas hay diferencias entre ellos: se creen iluminados dueños de la verdad, la única verdad, y rechazan, por tanto, todas las demás verdades, se consideran infalibles y no conciben que alguien les riposte o les cuestione alguno de sus brillantes pensamientos u órdenes, se enamoran del poder y de la gloria que éste da (o viceversa) a tal punto que se casan con el poder, del que sólo se separan con la muerte, pues en todas (o casi todas) las dictaduras de "líderes históricos incuestionables" hay un solo partido, no se celebran elecciones libres y múltiples, y el gran dirigente y conductor de masas permanece eternamente en el poder sin dar ni una sola oportunidad a una oposición que pueda suplantarlo, pues para él no hay democracia ni derechos humanos ni pluripartidismo ni nada que huela ni de lejos a la palabra que más teme y odia: libertad.

Todo esto es de sobra sabido. No hay que ser un lector empedernido de periódicos o un televidente asiduo de los telediarios, ni siquiera alguien que gusta de oír radio, todo el mundo está ya curado de espanto y sólo quien quiere se deja engañar por esa propaganda tan gastada y dañina que presenta a las dictaduras comunistas como paraísos, de los que, curiosamente, quieren irse millones de sus súbditos, como en el caso de Cuba, donde uno de los pocos "logros" del castrismo ha sido la creación de balseros, cosa que jamás se había visto en la isla, pues incluso durante la anterior dictadura de Batista todo el que quería podía salir de Cuba sin ningún impedimento. Todas las dictaduras son malas, sólo que las hay peores y sin dudas las peores son las comunistas con un "iluminado" líder
endiosado y omnipresente, perpetuo, sabelotodo y controlador del pensamiento único (el suyo) de la sociedad que oprime, esclaviza y arruina.

El deber de la humanidad es sacudirse de sus hombros esta pesadilla de las dictaduras, en general, pero para eso lo primero que ha de hacer es no aceptarlas y disponerse a pagar un precio que a veces incluye la vida de miles de personas. La libertad cuesta cara, pero sin ella ningún ser humano decente puede vivir. Martí y Maceo, los grandes héroes de la independencia cubana, dejaron palabras que incluso hoy se convierten en sentencia:

"los derechos se conquistan, no se piden, se arrancan, no se mendigan"

Pidiendo y mendigando nunca se ha conquistado la libertad...


Augusto Lázaro
@augustodelatorr