Albert Einstein lo dijo: "¿qué sabe
un pez del agua en que nada?" Parafraseando al que se considera la mente
más prodigiosa del siglo XX me atrevo a decir: ¿qué sabe el hombre del planeta
en que vive? A estas alturas y en el siglo XXI todavía hay personas (millones)
que creen que el Sol gira alrededor de La Tierra y que además ésta es redonda,
totalmente redonda, ignorando que nuestro planeta es una bola achatada por los
polos y ensanchada por el ecuador. Si sólo fueran esos pequeños detalles los
que se ignoraran no estaríamos tan mal. Lamentablemente son muchos más los que
una buena parte de los siete mil millones de habitantes de nuestro planeta
desconocen o ignoran o nunca los han oído, leído o estudiado en ningún centro
educacional. Y sin embargo, suelen hablar y opinar al respecto.
Cuando salí del hospital donde estuve 5
días ingresado por un IAM que casi me suprime de la superficie terrícola (eso
fue en octubre del 2006, de lo que ya nadie -incluso yo- se acuerda) me
encontré con nada menos que 19 médicos: fueron las personas que vi ese día del
regreso a mi espacio alquilado. Todas, sin excepción (y no dudo de que con la
mejor intención posible) me recomendaron: cómo debía vivir en lo adelante, lo
que podía hacer y no hacer, las cosas que eran admisibles para mi alimentación,
el régimen de vida que tenía que seguir, y unas cuantas sentencias más ante las
que yo, porque soy un hombre educado y comprensivo, sólo exclamé dos palabras
en cada ocasión: muchas gracias.
Es curioso observar con qué autoridad
muchísimas personas se atreven a dar consejos, recomendaciones, sugerencias, y
hasta recetas sobre cualquier problema que uno tenga o afronte, como si fueran
especialistas graduadas y con gran experiencia en el asunto (lo mismo de salud
que de la cría de gatos barcinos), porque se consideran capacitadas para emitir
sentencias autorizadas que no admiten dudas. Y cuidado con ripostarles, porque esas
personas están capacitadas para decirle a cualquier transeúnte por qué camino
debe seguir sus pasos si no quiere naufragar en su problema que de no oír tan
sabios consejos podría acarrear males mayores, algunos irresolubles.
Pero ése y tantos días en que personas
amigas, conocidas, vecinas, etc., me han recomendado algún medicamento o me han
regalado algún consejo “sano”, me han enseñado, sin ofender a nadie, que hay
una diáfana relación entre la ignorancia y la autosuficiencia, o sea: mientras
menos sabe un ser humano más cree saber. El mismo Einstein, que sí sabía un
montón, se confesaba ignorante ante la inescrutabilidad del conocimiento. Yo,
como persona cuidadosa en mis opiniones delicadas, he preferido siempre no dar
consejos a nadie, muy especialmente cuando se trata de asuntos de salud, para
los cuales confieso que no tengo ningún tipo de conocimientos que me autoricen
a aconsejar a quien se acerque a contarme su problema y después me pida opinión
sobre el mismo. Así he vivido en paz y sin enemistarme muchas veces con quienes
no están dispuestos a reconocer su desconocimiento de lo que precisamente
quieren oír el “mío”…
Augusto
Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es