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domingo, 30 de marzo de 2014

TODO EL MUNDO (NO) ES SABIO

Albert Einstein lo dijo: "¿qué sabe un pez del agua en que nada?" Parafraseando al que se considera la mente más prodigiosa del siglo XX me atrevo a decir: ¿qué sabe el hombre del planeta en que vive? A estas alturas y en el siglo XXI todavía hay personas (millones) que creen que el Sol gira alrededor de La Tierra y que además ésta es redonda, totalmente redonda, ignorando que nuestro planeta es una bola achatada por los polos y ensanchada por el ecuador. Si sólo fueran esos pequeños detalles los que se ignoraran no estaríamos tan mal. Lamentablemente son muchos más los que una buena parte de los siete mil millones de habitantes de nuestro planeta desconocen o ignoran o nunca los han oído, leído o estudiado en ningún centro educacional. Y sin embargo, suelen hablar y opinar al respecto.
Cuando salí del hospital donde estuve 5 días ingresado por un IAM que casi me suprime de la superficie terrícola (eso fue en octubre del 2006, de lo que ya nadie -incluso yo- se acuerda) me encontré con nada menos que 19 médicos: fueron las personas que vi ese día del regreso a mi espacio alquilado. Todas, sin excepción (y no dudo de que con la mejor intención posible) me recomendaron: cómo debía vivir en lo adelante, lo que podía hacer y no hacer, las cosas que eran admisibles para mi alimentación, el régimen de vida que tenía que seguir, y unas cuantas sentencias más ante las que yo, porque soy un hombre educado y comprensivo, sólo exclamé dos palabras en cada ocasión: muchas gracias.
Es curioso observar con qué autoridad muchísimas personas se atreven a dar consejos, recomendaciones, sugerencias, y hasta recetas sobre cualquier problema que uno tenga o afronte, como si fueran especialistas graduadas y con gran experiencia en el asunto (lo mismo de salud que de la cría de gatos barcinos), porque se consideran capacitadas para emitir sentencias autorizadas que no admiten dudas. Y cuidado con ripostarles, porque esas personas están capacitadas para decirle a cualquier transeúnte por qué camino debe seguir sus pasos si no quiere naufragar en su problema que de no oír tan sabios consejos podría acarrear males mayores, algunos irresolubles.
Pero ése y tantos días en que personas amigas, conocidas, vecinas, etc., me han recomendado algún medicamento o me han regalado algún consejo “sano”, me han enseñado, sin ofender a nadie, que hay una diáfana relación entre la ignorancia y la autosuficiencia, o sea: mientras menos sabe un ser humano más cree saber. El mismo Einstein, que sí sabía un montón, se confesaba ignorante ante la inescrutabilidad del conocimiento. Yo, como persona cuidadosa en mis opiniones delicadas, he preferido siempre no dar consejos a nadie, muy especialmente cuando se trata de asuntos de salud, para los cuales confieso que no tengo ningún tipo de conocimientos que me autoricen a aconsejar a quien se acerque a contarme su problema y después me pida opinión sobre el mismo. Así he vivido en paz y sin enemistarme muchas veces con quienes no están dispuestos a reconocer su desconocimiento de lo que precisamente quieren oír el “mío”…
Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es

domingo, 23 de marzo de 2014

UN DIA NORMAL

lunes, 10 hrs.
Se despierta. Mira el reloj despertador. Bosteza. Piensa que debe levantarse y lo hace lentamente. Entra en el baño, orina, se lava la cara, vuelve a la habitación, se viste y hace una mueca de resignación. Un día más, un día menos... Sale.
10.30 hrs.
Entra en el bar (su bar de asiduo y de siempre). Pide su copita de vino (su copita de asiduo y de siempre), se da un trago, enciende un pitillo y comienza a intercambiar palabras con algunos parroquianos conocidos y amigos. El reloj camina.
12.45 hrs.
Con una latica de cerveza en una mano y un pitillo en la otra sale del bar y se encamina al comedor, a sólo unos 500 metros, donde cada día recibe la porción alimenticia que le otorga la Comunidad por estar jubilado y cobrar la ridícula Pensión No Contributiva con la cual vive… más o menos.
13.15 hrs.
Entra en el comedor a consumir su cuota diaria. Habla poco con el resto de los comensales. Al terminar se despide y sale.
14.10 hrs.
Llega a la vivienda donde comparte piso con otros 2 similares. Se echa en la cama y duerme su siesta acostumbrada.
16.10 hrs.
Despierta. Se despereza. Se levanta y da unas vueltas por la habitación, entra en el baño, no hay ningún otro inquilino, da unas vueltas por el piso, vuelve a su habitación, se pone un abrigo y sale. Hace frío en la calle.
16.30 hrs.
Entra en el bar. Pide su traguito acostumbrado y conversa con otros parroquianos sobre fútbol, recortes del gobierno, algún famoseo de moda, Ucrania si acaso, y el tiempo sigue transcurriendo… hasta que llega la hora de ir a cenar.
19.00 hrs.
Entra en el comedor al tiempo en que están sirviendo la cena. Son pocos comensales a esta hora. No habla mucho. Al terminar, sale del comedor y se encamina al bar.
22.45 hrs.
Regresa al piso donde vive. Revisa sus cosas y no encuentra nada fuera de lo normal. Enciende la tele, pero enseguida le entra sueño y la apaga. Se acuesta. Mañana será otro día, piensa, ya casi dormido…
martes, 10.00 hrs.
Se despierta. Mira el reloj despertador. Bosteza. Piensa que debe levantarse y lo hace lentamente. Entra en el baño, orina, se lava la cara, vuelve a la habitación, se viste, y hace una mueca de resignación. Un día más, un día menos… Sale
Augusto Lázaro
@augustodelatorr

lunes, 17 de marzo de 2014

MEMORIAS DE INVIERNO

Las tardes invernales abruman cuando el sol es un recuerdo de algún día pasado que invitaba a caminar por estas calles tan abandonadas de mi ciudad. Antes de vivir en esta latitud me molestaba el sol que generaba en mi cuerpo un sudor y un brillo facial que podía interpretarse como ausencia de agua y jabón, así de simple y de grotesco. No podía imaginarme que el tiempo (que dicen que todo lo cambia y que todo lo borra) pudiera hacerme desear ese sol que tanto atropelló mi cuerpo en busca de una sombra con fresco que en mi lejana patria no era habitual ni podía encontrarse con sólo abrir la puerta de la calle y salir a pasear entre los arbustos de un parque que no me esperaba en la esquina para reconfortar mi estado anímico…
Ahora, entre las cosas que echo de menos, el sol ocupa un primerísimo lugar. Los días oscuros, lluviosos, con un viento capaz de tumbar un pasquín de propaganda electoral, y un frío que obliga a las muchachas a taparse todo el cuerpo dejando ver sólo sus caras y sus cabellos, me refugio (¡qué remedio!) en mi espacio de soledad, lectura y creación, con algo de música casi siempre de fondo y si acaso algún que otro filme que según mi gusto cinematográfico merezca la pena de pasar 2 horas frente al televisor vía DVD, porque entre otras cosas, los anuncios publicitarios me provocan alergia y corcomilla. No, prefiero los días soleados, y creo que es cierto que en los días soleados las personas se sienten mejor de ánimo, sonríen más, y tratan a sus semejantes con mucha más cordialidad. Incluso hay estudios que demuestran que en los días fríos, oscuros y ventosos, hay muchos más suicidios que en los días en que el astro rey brilla, ilumina y calienta los cuerpos y las mentes…
Salir al sol (ahora) me gusta. Calentarme con sus rayos que desde tan lejos nos llegan para llenar de luz y de calor cuerpos, sitios, edificios, fauna y flora que al compás de esa estrella centro de nuestro universo nacen, crecen, se desarrollan, dan sombra unos y alimentos otros, y respiran como pulmón pleno de cada geografía donde vivimos los terrícolas que estamos destruyendo lenta pero irreversiblemente nuestro hogar planetario, sin agradecer lo que decía Martí de ese sol que tiene manchas, y que es naturalmente más perfecto que nosotros los seres humanos…
Hoy es uno de esos días en que aflora la nostalgia y se hace pesada la estancia en cualquier sitio, dentro o fuera, porque el recuerdo surge inevitable y me trae la imagen perenne de aquellas personas que ya no están, porque la muerte se las llevó de cuajo cuando todavía podían dar de sí tantas buenas acciones y actitudes generosas que hacen que las recuerde con amor y tristeza. Tristeza irremediable que pesa como piedra de molino. Ojalá que salga pronto el sol. Quizás su poder de alumbrar y calentar y dar brillo a la ciudad me haga comprender que somos hijos de la muerte y que por eso mismo disfrutar de la vida es más que un acto natural, una necesidad. Como una necesidad es intentar ser felices, a pesar de las vicisitudes, los problemas y las sacudidas que sufrimos en nuestro paso por esta superficie que resplandece sólo cuando el astro rey se ve radiante y dueño de todo lo que es bueno y bonito en nuestra tierra…
Augusto Lázaro
@augustodelatorr

domingo, 9 de marzo de 2014

EL JUEZ Y LA ACUSADA

(diálogo apócrifo sin micrófonos ni cámaras ni testigos ni nada)

--Su nombre, por favor.
--Cristiana de Bombón.
--¿De chocolate?
--No señor, de Gracieta y Bellavista.
--O sea, Cristiana de Bombón de Gracieta y Bellavista.
--Eso.
--¡Hum!... Edad y lugar de nacimiento, por favor.
--Edad la que aparento y nací aquí en este país. ¿Le parezco haber nacido en Nueva Zelanda?
--De ninguna manera, señora. Bueno... dígame… dedicación.
--¿Cómo dice?
--Que a qué se dedica.
--Bueno, la verdad... yo... yo soy… no sé cómo decirle…
--Ya, comprendo... Dejemos eso ahora. ¿Sabe por qué está aquí?
--Porque usted me citó.
--¡Hum!... Bueno, sí, claro, porque yo la cité. Pero quiero decir, si sabe por qué la cité.
--Supongo que no fue para invitarme a un crucero por el Mediterráneo.
--No no no, por supuesto que no, señora... la cité porque...
--Ya sé. Porque como estoy de moda en los medios y usted quiere destacarse...
--Pues no, no es por eso, señora... mire, vamos a ver... la cité porque... bueno, dejemos eso ahora y concretémonos a las preguntas que voy a formularle, si le parece.
--A mí lo que me parece es que no sé qué quiere usted saber, porque lo que es yo no sé nada…
--¡Hum!... Ya veo... pero de todos modos, voy a formularle algunas preguntas relacionadas con su situación en la empresa de Descargas Financieras SADL...
--¿SADL?
--Sin ánimo de lucro, eso es lo que quieren decir las siglas. ¿No es esa su empresa?
--Pues... la verdad, ahora es que me entero de lo que significan esas siglas.
--Ya veo. Pues verá... a ver: ¿era o no era usted la co-directora de esa empresa?
--Bueno, yo lo único que hacía era firmar los papeles que mi marido me ponía delante.
--¿Su marido era el gerente de la empresa?
--Eso me decía él, pero no puedo asegurárselo.
--Pero usted aparece como co-propietaria o algo por el estilo.
--Yo no sé si aparezco ni cómo aparezco, yo le repito: sólo firmaba.
--Ya. ¡Hum! Veamos... Aquí en mi atestado tengo nóminas y recibos firmados por usted. ¿No los leía usted antes de firmarlos?
--¿Cómo voy a leerlos si no tenía tiempo? Yo los firmaba y a otra cosa.
--Entonces, usted desconocía lo que firmaba.
--Yo desconocía y desconozco muchísimas cosas, señoría, porque no me interesaban ni me interesan.
--¿Y los ingresos obtenidos gracias a su firma, en qué los invertía?
--Hombre, pues en muchas cosas… y en cosas de mi marido y mías, naturalmente
--¿Cosas suyas dice? ¿Como cuáles?
--Mire usted, yo, como usted debe saber, tango muchos gastos... por ejemplo, mi marido y yo compramos un chalé que nos costó un ojo de cada cara... ¿cómo íbamos a pagarlo si no con esos ingresos que usted menciona?
--Pero esos ingresos provenían de la empresa, no eran ingresos para que usted los utilizara en asuntos privados... creo.
--Pues no sé, la verdad...
--¿No sabe?
--No sé nada de eso que usted dice.
--Bueno... déjeme consultar con este atestado a ver... dígame, señora, aquí aparece una relación de gastos suyos que provienen de dinero obtenido por la empresa que usted co-dirigía.
--Yo no co-dirigía nada, señoría, yo le repito, sólo firmaba. Nada más.
--¿Y no sabía que eso que firmaba eran transacciones comerciales de la empresa?
--Pues no, no lo sabía.
--¿Y su marido no le hablaba de esas transacciones?
--No, no me decía nada de eso.
--Disculpe, señora, pero es difícil creer que siendo usted la esposa del gerente de esa empresa no supiera nada de la dedicación de la misma y de sus ingresos, y me perdona, eh.
--Bueno, yo firmaba, pero no sabía nada más.
--¿No sabía nada más?
--Nada más.
--¿Y sobre las demás actividades de la empresa… ¿tampoco estaba al corriente?
--No, señoría, no estaba al corriente.
--Entones, ¿sólo su marido se encargaba de todas las operaciones y usted se limitaba a firmar y nada más?
--Así es. Yo firmaba y nada más.
--Pero no sabía lo que firmaba.
--No, no sabía lo que firmaba. Sólo firmaba.
--¿Y nunca le preocupó para qué le pedían su firma.
--No, nunca. Firmaba y nada más.
--Porque no sabía nada.
--Exacto: porque no sabía nada.
--Ni se interesó nunca por nada relativo a lo que firmaba.
--Así es. Nunca me interesé por nada de eso.
--¡Hum! En fin… según sus palabras, usted desconocía en su totalidad de qué iba la empresa, a qué se dedicaba, cómo se había creado, etc.
--Usted lo ha dicho, señoría, yo desconocía todo eso.
--Y ¿recuerda qué operaciones hacía su marido en la empresa?
--No, no lo recuerdo.
--¿No sabía que su marido negociaba con los fondos de la empresa?
--No, no lo sabía.
--O sea, que usted firmaba y nada más.
--Nada más.
--No sabía nada más.
--No sabía nada más.
--Ni recuerda otra cosa que las firmas que hacía.
--No, no recuerdo nada más…

(Tras una maratónica sesión de preguntas cuyas respuestas eran más o menos las mismas, el juez instructor del caso decidió posponer la continuación de su entrevista para una fecha aún no decidida, por lo que no podemos seguir informando sobre la misma. Rogamos a nuestros lectores nos disculpen por esta incidencia totalmente ajena a nuestros deseos de mantenerlos informados de esta situación)

Augusto Lázaro


@augustodelatorr

domingo, 2 de marzo de 2014

LA IDIOTIZACION VA SOBRE RUEDAS

Reproduzco, con muy pocos añadidos, la entrada que publiqué el 26-3-2010, porque creo que sigue siendo totalmente actual y porque algunos amigos me han pedido que la publique, obviando la facilidad de buscarla ellos mismos en la dirección del blog. Pero les es más “gracioso” (parece) verla publicada aquí otra vez...
Lo planteó el escritor italiano Pino Aprile en su libro ELOGIO DEL IMBECIL (El imparable ascenso de la estupidez). Y yo, que sólo soy un zoquete, me permito glosar, que no plagiar, al ilustre autor, sin pedirle permiso, porque cuando un autor publica una obra ya esa obra pertenece al que la "consume".

Entrando en materia: el homoidiotens se prolifera como los curieles. Pero los nuevos especímenes de la raza humana (?) no tienen la culpa, pobrecillos, aunque hay quienes afirman que sí, que la tienen, porque nada ni nadie los ha obligado a idiotizarse. Yo creo, con mi benevolencia acostumbrada, que la culpa puede repartirse y no cargársela en su totalidad a los nuevos idiotas (de los consagrados no voy a hablar hoy). La culpa de esta idiotización colectiva la tienen varios factores, el primero la televisión: la "caja tonta" (la tonta no es la caja, los tontos son quienes se babean a diario consumiendo sus programas, la mayoría estiercólicos, porque sus jefes y promotores se "forran" a costa de esa "inocencia" de los millones de televidentes, sobre todo ante los llamados reallity-shows en vivo y en directo a las neuronas que les quedan). Pues sí, es la ilusión que mantiene a esos millones cuya principal razón para vivir es el sofá, alejados de las obras, del calor, del frío, de la lluvia, del polvo, del ruido, de la luz del sol y del ambiente callejero multicolor y variopinto, y sobre todo del viento que me ha roto ya, en lo que va de año, 3 paraguas baratos de esos que venden los chinos a €3, pero paraguas al fin y... pero esto no viene al asunto.

A veces pienso que esto tiene que ser un despelote de mi imaginación que de vez en cuando echo a volar y me da por inventar realidades inexistentes o cuando menos exageradas, porque aceptar que exista tanta gente idiota no es muy fácil. Yo de vez en cuando echo un vistazo para curiosear, poco tiempo, no vaya a ser cosa que me embulle y caiga en las redes de esa plaga tan omnipotente. Pero eso es lo que hay, lo que tenemos, y ante eso el italiano razona que quienes pasen 4 horas diariamente frente al aparato, dentro de 6 años como mucho serán ya idiotas de oficio, o sea, completos, sin remedio, irreversibles, aunque quizás por eso mismo, tengan oportunidades que los no idiotas no alcanzan, precisamente en la embelesadora pantallita.

Para colofón, hay que citar al calculistillo y sociólogo don Macareno de la Palma Real (un propio que ha dedicado los diez últimos años de su preciosa existencia a investigar por qué nuestra sociedad se está volviendo cada día más cretina), que asegura con convicción que los idiotas gobernarán el mundo dentro de menos tiempo del que cándidos (como el que suscribe) creen, porque serán mayoría tan absoluta que con sólo dar un grito colectivo amedrentarán tanto a los demás (a los menos idiotas) que no necesitarán de ningún arma, ni blanca ni negra.

Del resto de los culpables de la epidemia no quiero emitir mis opiniones: el fútbol (consumido en demasía, como parece ser en una amplia mayoría), los coches, los bares, el famoseo y las tertulias en las que varios hablan al unísono sin entender ninguno lo que dice el otro, o los otros, y sobre todo los anuncios publicitarios, ¡oh!, los interminables, aburridos, antiestéticos, rutinarios, poco imaginativos, monótonos anuncios que saturan los medios de información masiva... Quizás un día de éstos me anime a escribir algo sobre ellos. Mientras, les deseo buenos días y muy buena suerte. Ah, y mucho cuidado con la tele, que crea hábito.

Augusto Lázaro
@augustodelatorr
http://elcuiclo.blogspot.com.es