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jueves, 27 de enero de 2011

LA MACARENA

M me envió un correo (ver mi entrada # 15, Domingos de nostalgia 5, "La muchacha de Moratalaz", 18 de abril de 2010). Es una carta muy triste, donde se lamenta de que todo hubiera podido ser distinto entre nosotros. Es que la vida es así de inescrutable, los seres humanos cometemos errores, y los errores se pagan caro. Yo he cometido muchos en mi larga vida, y todos los he pagado caro, algunos muy caro. Pero el pasado no puede repetirse ni enmendarse, y de lo que pasó mejor es no acordarse demasiado para no convertirse en un sufridor permanente, incapaz de buscar y de encontrar nuevos estímulos para continuar viviendo, y sobre todo, para continuar pensando que la vida puede ser hermosa todavía...

...pero es inevitable pensar en la muerte, porque cuando se está vivo, lo más natural para un futuro, cercano o lejano, es afrontar la idea de la muerte. Borges habló mucho de la muerte, y ahora yo, releyendo el correo de M, y acordándome de esas cosas a veces brutales, pero siempre fascinantes, que escribió el gran argentino, me pongo a pensar y a preguntarme lo que siempre, no puedo evitarlo, me pregunto: ¿hasta cuándo? Entonces me rindo una vez más a la evidencia de que la muerte no es en sí terrible: lo terrible será siempre dejar de vivir, de sentir, sobre todo de amar...

...porque a los muertos se les puede amar, pero los muertos no pueden amar, y la vida sin sentir amor es como una muerte prolongada en un ser que se cree y se siente que está vivo, y en esa circunstancia no vale la pena, aunque se esté envuelto en un estuche de seda forrado de oro puro. Y pienso: más allá de las persianas el frío intenso de este invierno madrileño, largo y tedioso, oscurece cualquier pensamiento positivo que no encuentra salida a esta nostalgia adelantada para hacer retrotraer un futuro quizás más lejano de lo imaginado, a esta realidad de enfrentarse a lo evidente, a lo inevitable de seguir viviendo...

...y pensar, saber, tener la certeza de que cuando muera quedarán vivas otras personas que ahora quiero, que he querido, y con las cuales he pasado las mejores horas de mi vida, que a pesar de quererme segurián viviendo, disfrutando, sintiendo todo eso que han sentido quizás junto a mí, y seguirán con sus vidas de siempre, enfrentándose a las eventualidades que esa vida les dará, y me detengo en la recreación de las mujeres que quiero y he querido, amores o amigas, con todo el cariño que fui capaz de darles, y que seguirán viviendo sin mí, y otras manos las acariciarán, otras bocas las besarán, otros cuerpos estarán junto a ellas cuando de mí sólo quede una ilusión de recuerdo cariñoso o compasivo, y sus nombres, sus tan amados nombres, de amigas o de amores, desfilan ante mi memoria que se niega a aceptar una realidad insoslayable... mis cariños, nativas o extranjeras, en esta tan querida tierra española -amarga y bella-, todas inolvidables, metidas para siempre en mi entristecido corazón incapaz de rechazar lo que sé que ha de llegar, y puede que en cualquier momento...

...¿qué harán, dónde estarán, con quién compartirán sus momentos felices, en qué se ocuparán en su tiempo de ocio, estarán bien de salud, tendrán algún problema irresoluble, reirán, llorarán, dormirán cada noche pletóricas de paz y de tranquilidad... se acordarán de mí?... ¡ah!, se me borra el recuerdo del futuro que ahora estoy vislumbrando, imaginando cómo vivirán todas ellas cuando ya yo no esté para seguir queriéndolas, para seguir entregándoles lo mejor de mí, de mi corazón, del cariño y el amor que fueron capaces de generarme con su aparición ante una vida que nada de grandiosa tenía ni hubiera tenido nunca sin ellas, sin esos cariños, sin esos amores que tan generosamente endulzaron mis años de exilio, lejos de mi patria y de otros cariños, de otros amores que tampoco volverán a estar cercanos para continuar con su entrega sin límites...

...y todo, lentamente, como un arcoíris en el atardecer, se va disipando en la distancia, hasta que el cielo retoma su color azul cálido que aparece a través de mi ventana siempre abierta, más a la nostalgia que a los árboles que se ven a través de su cristal, al otro lado, en esta época totalmente despojados de ramas y de verde,
y yo esperando que otra noche me recuerde que la nostalgia se puede someter, aunque la empresa sea difícil y de mucho esfuerzo, quizás del esfuerzo que a estas alturas de mi vida ya yo no desee o no pueda realizar...

Augusto Lázaro

domingo, 23 de enero de 2011

MAR PENETRA MI ESPACIO...


Abro los ojos y me desperezo. Rápidamente se van haciendo nítidas las imágenes que encuadran mi entorno habitacional y que veo diariamente, cuando me despierto y comienzo a adaptarme una vez más a los muebles y a los objetos que me saludan en cada nuevo despertar rutinario. Me estiro, me siento sobre el colchón y me dispongo a iniciar una nueva jornada, casi al amanecer, cuando todavía no traspasan las persianas los primeros rayos del sol si el día está tan despejado como anuncian las primeras noticias sobre el tiempo. Sí, todo está igual, todo está en orden... ¿Todo?

No... todo no está igual, porque ella ha roto el orden, ha penetrado mi espacio más íntimo y ha dejado, envuelta en la magia de su estancia, la dulce sensación de una presencia que como un perfume derramado adornará esta habitación (que ahora también será suya), imposible de borrar, porque ella será siempre mucho más que un recuerdo:

ella será siempre un fuego trepidante que destila sensualidad y a la vez una ternura que acrecentará su sonrisa espontánea regalándome en cada nuevo encuentro esa sensación tan ansiada de paz, de alegría de vivir, de sentir cómo se hinchan mis pulmones al verla sonreír, y dormir, y soñar, y despertar otra vez lleno de vida.Porque ella es...

--¿Cómo debe ser una mujer para un escritor?

Me sorprende su pregunta. Todo en ella resulta sorprendente, y lo más curioso: todo en ella resulta agradable. Pero no sé responderle. Porque... ¿cómo decirle que para un escritor como yo, esa mujer debería ser como ella misma?

Augusto Lázaro

Madrid, invierno de 2011.

martes, 18 de enero de 2011

LAS REPETICIONES RUTINARIAS

Tengo un amigo que me envía un correo diariamente, y como yo todavía no he perdido (aunque estoy a punto) la cortesía en la que mis padres (y mis maestros) me educaron, debo y tengo que contestarle el dichoso correo, lo que me ocupa una parte de mi tiempo (no muy grande, la parte), y no es que me pese, sino que al comentarle lo que me dice le digo yo cosas que a su vez él me comenta en el siguiente y esto se está convirtiendo en un culebrón epistolar de dime que te diré y viceversa, y aunque entretiene, corre el riesgo de convertirse en, como decía Luz María Nananina en el programa radial de La tremenda corte: un "aquí como to's los días". Porque una característica de los seres humanos es repetirse hasta la saciedad. Y mi amigo y yo, creo que somos seres humanos... al menos todavía.

Y digo todavía porque al paso que vamos me parece que "más temprano que tarde" nos convertiremos en bípedos salvajes sin ley ni orden, y quizás así viviremos mejor, que eso nadie puede saberlo, pues en los tiempos en que el planeta estaba poblado sólo por animales prehistóricos y salvajes, no había tanto horror como ahora que estamos en la era de los botones y los mandos a distancia. Es una relación proporcional: a más adelantos tecnológicos más atrasos en cuanto a lo moral, lo sentimental, lo solidario, y el que desee puede tildarme de lo que le parezca, pues cuando se ha pasado de la media rueda ya las opiniones adversas importan muy poco, por no decir nada.

Me siento bien cuando veo, oigo o leo que una pareja de delfines deleitó a un montón de niños en el Aquarium (la cámara enfocaría entonces las caras de algunos donde se reflejara una felicidad tan grande que a cualquiera que no tuviera en el pecho una piedra de molino se le llenaría eso que llaman alma de una sensación pletórica de paz, tranquilidad y bienestar), pero esas escenas sólo pueden disfrutarse de San Juan a Pascuas, porque lo que le gusta al pueblo -según justifican los jerarcas de los medios de infomación o comunicación masiva- es el crimen, la sangre, los atentados, las acciones delictivas y sus consecuencias... ¡eso! Me pregunto si esos jerarcas le habrán preguntado al pueblo si es eso lo que le gusta y por qué se atreven, como los políticos, a hablar en nombre del pueblo que no conocen... ¿o sí conocen? ¡Ah! La santa duda vuelve a molestarme.

Y como dicen que dijo el muy ilustre pensador décimonónico (¿hay palabras españolas con dos acentos?, que alguien me rectifique si no, por favor), que "lo único cierto es la duda", prefiero dudar antes que aceptar, contra corriente, porque aquí la mayoría del pueblo (¡qué palabrita!) acepta todo lo que le digan los políticos con cara de concreto, sin malgastar su tiempo analizando o meditando sobre eso que ha oído o leído y que tan fácilmente ha aceptado. Y es una contradicción, pues el morbo que vende es el de las malas noticias, por eso no entiendo cómo es que el susodicho pueblo prefiere los cantos de sirenas edulcorados de los políticos que sólo aspiran a forrarse con el mínimo esfuerzo. Pobrecitos, son tan paupérrimos que a mí me dan deseos de remitirle los pocos euros que me han aumentado en mi pensión, ya que seguramente a ellos les haga más falta...

Augusto Lázaro

miércoles, 12 de enero de 2011

LOS PROBLEMAS IGNORADOS


Si usted es de los que suele tomar autobuses para ir de aquí hacia allá (y viceversa), le sugiero que esté alerta con los baches, porque a veces, rodando en uno de esos vehículos, me parece que los riñones se me van a desprender, de los golpes que recibe mi cuerpo cada 4 metros, al caer una de las ruedas del bus en uno de los miles y miles de baches que existen en las calles de esta ciudad que se llama Madrid. No ahora con la crisis que quizás haya excusas para no remediar tamaño suplicio, porque en mis correrías rodantes por esta ciudad, desde hace más de diez años (y cuidado) estoy observando los baches que no hay Dios que pueda obligar a nuestro Ayuntamiento a dejar estas calles como si Madrid fuera una capital de Europa, o sea, del llamado Primer Mundo, y no un pueblo de tercera donde cada día se hará más difícil (y tortuoso) conducir un vehículo de 4 (o más) ruedas.

A veces el golpe es tan fuerte que no sólo se siente, sino que se oye como si fuera un petardo que los graciosos mozalbetes suelen explotar en los contenedores de basura. Y ahí están los baches, como la Puerta de Alcalá, "ahí está, ahí está /viendo pasar el tiempo", como dice la canción que canta la pareja eterna.
--¿Y yo qué diablos puedo hacer? -me pregunta mi amiga María Esther, porque llegué al edificio con cara de bulldog enchuchado y quejándome de los huequitos que tanto daño hacen, y se lo solté de zopetón como si ella fuera el Regidor.
--Claro que tú no puedes hacer nada para aliviar mis penas, que no son tantas, sobre todo si no me subo en un vehículo, cosa que estoy pensando seriamente, porque dice mi doctora que caminar es lo mejor que existe para fortalecer el corazón.
--Pero ya tú caminas bastante.
--Sí, pero este asunto de los baches está contribuyendo a que camine más y lo piense tres veces cuando me disponga a esperar en la parada uno de esos rodantes que dentro de poco nadie va a usar.
María Esther me dice que los que tienen coches y los usan esquivan los baches, y yo le contesto que como yo no uso el coche que no tengo, no puedo esquivarlos, porque los conductores de autobuses, entre sus características, tienen dos muy curiosas:

1) en verano, conectan el aire cuando les sale de... su alma.
2) nunca esquivan un bache, parece que les gusta fastidiar a los viajeros y reírse
con la cara que ponemos.

Como son los dueños y señores de los autobuses, nl les digas buenos días, porque te miran con cara de serpientes venenosas y son capaces de soltarte una palabrota, como ayer por la mañana que una señora protestó, tonta que es, ante el conductor, el pobre, que en este caso no tenía la culpa, de que hacía media hora que esperaba y ni un gorrión en el horizonte, pero la señora estaba algo alterada y le llegó a decir al infeliz conductor que

--mejor dedíquese a otra cosa y no haga esperar a los viajeros, hombre.

Pero hasta los tranquilos se saltan las normas cuando son atacados de esa forma, por eso el conductor le espetó a la señora que

--mire, señora, si no está conforme, bájese y camine, que a usted le vendrían muy bien unos cuantos kilómetros a pie, a ver si rebaja un poco la tripita...

Y aquello explotó... Pero en fin, que esas son pinceladas madrileñas que uno puede ver a diario en la dichosa calle. Alguien me dijo una vez que "si no fuera por la crisis y los baches, ¿qué sería de nosotros, no teniendo de qué hablar?". Y me puso a pensar: en efecto, sólo le faltó, además de la crisis y los baches, el fútbol, que sin eso no se concibe la vida en esta villa.

Augusto Lázaro

jueves, 6 de enero de 2011

SPANGLISH IS THE FUTURE?

Dentro de pocos años nuestro querido idioma va a convertirse en un jeroglífico. Por varias razones de peso: una, la cantidad de términos en inglés que están sustituyendo a las palabras que podrían usarse en español, porque precisamente el nuestro es un idioma mucho más rico que el inglés. Dos, porque cada día aparecen más términos distintos para llamar las cosas que desde niños conocíamos con sus nombres de siempre: ahora a quien está en fase terminal, se le denomina que está padeciendo una larga y penosa enfermedad, en lugar de decir que el hombre (o la mujer) tiene cáncer en el colon. A las antiguas criadas les llamaron sirvientas hace años, pero ahora son "amigas de la familia que ayudan a la señora de la casa en sus tareas domésticas", y si esas mujeres están en las casas de algunos pejes gordos, pues entonces son "asistentas". Menos mal que los conductores (choferes antiguamente) siguen siendo conductores de los coches de esos pejes gordos, que no sé cómo no se les ha ocurrido ponerles algo así como "encargado de conducir el vehículo asignado al señor Tal para sus labores oficiales". Da risa. Y espanto. Y tres, porque quienes están subiendo como la espuma en altos cargos de la administración del Estado, son tan seborucos que como aparecen en la tele a diario, contagiarán de sus burradas a los estudiantes que dentro de poco hablarán un lenguaje inentendible por los mayorcitos que no sabrán qué cosa es un friki, una bachata, el bisne, la moviola, los forraos, las jéticas, etc.

¡Manda huevo!, como diría un ilustre diputado de nuestro no menos ídem Congreso de los padres de la patria, la pobre, tan abandonada por aquellos que deberían sacrificarse en aras de su bienestar, su progreso, su seguridad, su etcétera. Pues oigan esto: una tarde llego a CARREFOUR en busca de unos discos que me habían recomendado, me acerco a un mozalbete con cara de soynuevoaquí, y le pregunto: ¿dónde puedo encontrar discos compactos? El muchacho se me queda mirando y me dice: discos... pero usted se refiere a los neumáticos, a los discos de los neumáticos que... y no pude resistir una espera discusoria tonta que veía venir, por eso le espeté: no, discos compactos, quiero decir, compact disks, o sea, CDs, ¿me entiende ahora? Y entonces aquel jovenzuelo que podía cargar su propio peso con las manos sin hacer ningún esfuerzo, lanzó un ¡aaahh, sí, ya! Discos de música dice usted... mire... y me señaló dónde estaban los dichosos discos. Parece un cuento de una mente imaginativa, pero eso me sucedió de verdad. Y en CARREFOUR. Y aquí en Madrid. Y con un terrícola, nada de ciencia-ficción. Que conmigo éramos dos terrícolas hablando en un centro comercial... ¡Ah, Catana!

Pues eso, que ahora se aparezca la Academia con sus fantásticas reglas o leyes que nadie piensa cumplir, lo que da es un ataque de risa: la contradicción vigueta, diría Juan Retreta, porque vamos a ver: ¿no dicen que el lenguaje lo hace el pueblo? Pues si lo hace el pueblo, a ese pueblo no hay que estarle dictando cómo debe hablar y escribir, y que cada cual hable y escriba como le dé su real deseo. Que haya reglas, ok, tampoco vamos a apachurrar nuestro bello idioma, pero que las sigan los estudiantes, que para eso se enseña en las escuelas, y que los señores de la RAL se ocupen de cosas en verdad importantes, como por ejemplo: lo mal que se usa nuestro idioma en los medios de información masiva, malenseñando a los lectores, a los oyentes y a los videntes, sobre todo a estos últimos adictos a la teleñiringa, que eso sí es un horror, como el que experimento yo cuando leo en la primera plana de un diario nacional español que cayó mucho agua ayer tarde, o cuando oigo en algújn programa del patio algo así como entregue ese arma, o incluso cuando en la tele (el cuarto poder con vías de convertirse en el primero) sueltan disparates tan sorprendentes como maldecido, oiga, que es como para salir dando gritos estentóreos pidiendo socorro.

Nada, que si no defendemos nuestro idioma y nuestro bien hablar, muy pronto nos vamos a ver necesitados de pasar por ridiculeces increíbles y tan estúpidas como esa de usar traductores en nuestro inútil Senado, porque no hay quien ponga orden, dé un puñetazo en el buró y diga ¡Basta, coño!, que aquí se habla español y nada más, mientras ése sea el idioma nacional de este país. Como la bandera, que es una sola con carácter nacional y debería ondear orgullosa en cada etablecimiento estatal y público... cosa que no sucede, como con el idioma, porque los encargados de hacer cumplir ese mandato simplemente no respetan ni al gobierno central (que no se da a respetar) ni a los símbolos de la patria española, una sola y no 18 como parecen ser actualmente.

Augusto Lázaro